16 abril 2006

Jack Johnson: musica con sabor a olas


Su rostro luce amable en gigantografías que cruzan las avenidas principales de Río de Janeiro. Su música, ideal para encender una fogata con la brisa playera de fondo, la escuchan taxistas y cajeras de supermercado. Sus videos copan la filial local de MTV. Su último disco, "Curious George", ocupa lugares de privilegio en las disquerías de la ciudad.
Todos hitos que dejan caer un solo dogma: en Brasil, Jack Johnson ya se graduó de fenómeno. Con cinco álbumes desde 2001 y un incipiente ingreso en radios el año pasado (con el single "Sitting, waiting, wishing"), su popularidad en Brasil no tiene límites precisos.

En Río de Janeiro, Johnson es el héroe de los surfistas y de la clase media que invierte su ocio en las playas de Ipanema o Copacabana. Una imagen que construyó desde sus inicios: antes de colgarse una guitarra, Johnson fue un eximio surfista en las playas de su natal Hawai. Sólo un grave accidente que tuvo a fines de los 90, cuando chocó contra un fondo coralino, lo hizo alejarse profesionalmente del agua.

En Brasil saben que Johnson es sinónimo de olas y cubren algunos sectores del Plaza de Apoteose, lugar donde se presentó el sábado 8 ante 30 mil personas, de tablas de surf y cuadros con surfistas batallando en el Atlántico. La feligresía que llega al lugar está compuesta por mujeres veinteañeras, entre las que destacan las modelos más célebres del país. Curioso: mientras en el sector VIP se venden tablas hasta en $400 mil, el recinto es una de las extensiones del Sambódromo, lugar donde se efectúa el carnaval, y está enclavado entre cerros que dejan ver con claridad las favelas y el Cristo del Corcovado.

A Johnson le gusta esa dualidad entre la fama y lo cotidiano. Se vende como hippie, pero tiene estampa cool. En el recital viste sandalias, una polera de Bob Marley y, a la mañana siguiente, no dudó en partir a Copacabana a tirarse en la arena y tomarse fotos. En escena, fue más que complaciente con su hinchada carioca: en un show de una hora y media, el cantautor desenfundó su trova bien cuidada, sin espacio para el riesgo, y con los fantasmas de Ben Harper y Jackson Browne sobrevolando su guitarra acústica. El contrapunto lo marca su tecladista, Zach Gill, con un virtuosismo y energía que contagian a Johnson y lo hacen tocar inesperados covers de "Whole lotta love" de Led Zeppelin y "Más que nada" de Jorge Ben, su propio homenaje a Río.

Las chicas corean en masa y el aroma a playa sale de sus cuerdas hasta cuando el frío acecha. Habla poco, pero sonríe mucho. Su nuevo single, "Upside down" y temas como "Better together" y "If I could" (de su disco más exitoso, "In between dreams" de 2005) hacen el resto. Y en un país donde los mayores próceres son cantautores armados de guitarra (Caetano Veloso, Gilberto Gil) el éxito está servido. El propio Johnson lo certificó un día antes en su show en Sao Paulo. Por eso, al minuto de evaluar, sonríe de nuevo: "Ha sido fantástico. Nuestro mánager, que ha estado con nosotros desde 2000, nos dijo que el show de Sao Paulo ha sido el mejor que ha visto". Además, en febrero, llegó al número 1 de ventas en Estados Unidos y en Europa sacó al grupo Arctic Monkeys del primer lugar.