Esta puede ser una de las películas más intrincadas y exigentes de David Lynch. Decir que es un laberinto es poca cosa, porque es más bien un laberinto sin salida y circular, donde nada llega a destino o vuelve a la partida.
La película obliga a supeditar el ejercicio racional y habitual - entender la película- a una experiencia de otra naturaleza y sólo con esta llave se abre la cerradura de una película ligada a los sentidos - la vista y el oído- que busca desorientar y desequilibrar y de esta manera se percibe la atmósfera turbadora, la naturaleza caótica y el aliento negro de "Imperio".
La actriz Nikki Grace (Laura Dern) es una mujer desconcertada, porque no sabe qué ocurrió primero y qué sucedió después. Está extraviada en el espacio y el tiempo y la película, que está filmada en video digital, responde a esta percepción y no obedece a la lógica, los hechos no están encadenados y no hay cronología, guía, bastón o ayuda.
Nikki e "Imperio" comparten la enfermedad: la película y la protagonista existen y viven, pero no conocen el inicio y tampoco el final, por lo que están sumidos en un laberinto que se mueve. Nikki está sumergida en una doble recámara, porque interpreta a un personaje en una película, que tuvo una primera versión, que quedó inconclusa porque los protagonistas fueron asesinados.
La de Nikki es una identidad esparcida, doble o a lo mejor triple, depositada en la película y en su remake, pero en definitiva en el cine, donde ya no se sabe qué vino antes y cuál es la copia. Es imposible descubrir el origen o la verdad y es una historia que nunca pone el pie en tierra firme, porque avanza y retrocede a saltos. Los sucesos de la película no logran afincarse en la memoria, no encajan ni ajustan y el esfuerzo por buscar coherencia es inútil, porque "Imperio" se resiste a ser comprendida. Y a lo más da señales y datos intermitentes, donde nada es coincidente.
Hay datos que son del universo de Lynch: las luces y televisores encendidos sin imágenes, donde la pantalla repleta de electricidad es la puerta de entrada o salida para la realidad y su representación. Están sus actores más queridos: Harry Dean Stanton, Diane Ladd, Justin Theroux, la propia Laura Dern. También personajes inquietantes, actitudes irracionales y a lo mejor no hay monstruos humanos, pero la película es su hábitat. Incluso aparecen segmentos de su mediometraje "Rabbits" (2002), una especie de sitcom con actores disfrazados de conejo, con una filmación críptica, donde las carcajadas y aplausos del público son demoledores, acaso porque revelan el horror de espectadores domesticados y convertidos en ganado por la rutina de ver siempre lo mismo.
"Imperio" es otra cosa, es lo distinto y exigente, es lo nuevo y arriesgado, quizás es el viejo cine como arte, algo escaso, perturbador, incomprendido y siempre combatido
La película obliga a supeditar el ejercicio racional y habitual - entender la película- a una experiencia de otra naturaleza y sólo con esta llave se abre la cerradura de una película ligada a los sentidos - la vista y el oído- que busca desorientar y desequilibrar y de esta manera se percibe la atmósfera turbadora, la naturaleza caótica y el aliento negro de "Imperio".
La actriz Nikki Grace (Laura Dern) es una mujer desconcertada, porque no sabe qué ocurrió primero y qué sucedió después. Está extraviada en el espacio y el tiempo y la película, que está filmada en video digital, responde a esta percepción y no obedece a la lógica, los hechos no están encadenados y no hay cronología, guía, bastón o ayuda.
Nikki e "Imperio" comparten la enfermedad: la película y la protagonista existen y viven, pero no conocen el inicio y tampoco el final, por lo que están sumidos en un laberinto que se mueve. Nikki está sumergida en una doble recámara, porque interpreta a un personaje en una película, que tuvo una primera versión, que quedó inconclusa porque los protagonistas fueron asesinados.
La de Nikki es una identidad esparcida, doble o a lo mejor triple, depositada en la película y en su remake, pero en definitiva en el cine, donde ya no se sabe qué vino antes y cuál es la copia. Es imposible descubrir el origen o la verdad y es una historia que nunca pone el pie en tierra firme, porque avanza y retrocede a saltos. Los sucesos de la película no logran afincarse en la memoria, no encajan ni ajustan y el esfuerzo por buscar coherencia es inútil, porque "Imperio" se resiste a ser comprendida. Y a lo más da señales y datos intermitentes, donde nada es coincidente.
Hay datos que son del universo de Lynch: las luces y televisores encendidos sin imágenes, donde la pantalla repleta de electricidad es la puerta de entrada o salida para la realidad y su representación. Están sus actores más queridos: Harry Dean Stanton, Diane Ladd, Justin Theroux, la propia Laura Dern. También personajes inquietantes, actitudes irracionales y a lo mejor no hay monstruos humanos, pero la película es su hábitat. Incluso aparecen segmentos de su mediometraje "Rabbits" (2002), una especie de sitcom con actores disfrazados de conejo, con una filmación críptica, donde las carcajadas y aplausos del público son demoledores, acaso porque revelan el horror de espectadores domesticados y convertidos en ganado por la rutina de ver siempre lo mismo.
"Imperio" es otra cosa, es lo distinto y exigente, es lo nuevo y arriesgado, quizás es el viejo cine como arte, algo escaso, perturbador, incomprendido y siempre combatido