Justamente, el desafío que se planteó Frears ( Samy y Rosie van a la cama ; Relaciones peligrosas ; Alta fidelidad ) fue volver más entendible a la reina y su fría respuesta ante la sorpresiva muerte de Diana, cuando millones de personas en todo el mundo lloraban su deceso mientras la soberana se mantenía recluida en su castillo escocés de Balmoral. Y encima, en su propia tierra, recibía agudas críticas del recientemente establecido gobierno laborista del primer ministro Tony Blair, interpretado en el film por Michael Sheen, quien ya había encarnado al joven y progresista premier en la serie de televisión The deal , dirigida por el mismo Frears. Y para personificar a Isabel II de una manera humana, vulnerable, el director tuvo la genial idea de llamar a la reina del drama británico, Helen Mirren.
"Sabía que Helen tenía el talento y el coraje necesarios para encarar este papel tan riesgoso", afirmó Frears en un encuentro con la prensa durante el último Festival de Cine de Nueva York, en septiembre último, sentado a un costado de Mirren. "Los actores, los buenos actores, siempre aportan algo que es mucho más rico, sutil, interesante y complejo que como el personaje estaba escrito en el guión. En este caso, creo que hay una empatía mucho mayor del público con la reina gracias a la actuación de Helen", explicó.
Desde entonces, la actuación de Mirren, que ya había encarnado a otra reina, Isabel I, en la serie de HBO Elizabeth I , ha sido aclamada en todo el mundo. Ganó los premios a la mejor actriz de la British Academy of Film and Television Arts (Bafta), en el Globo de Oro y en el Festival de Venecia, y ahora es la gran favorita también para llevarse a su casa un Oscar, la próxima semana.
Desde el inicio, la idea de retratar a la reina en la pantalla grande fue una cuestión delicada porque se han hecho muy pocas películas sobre la monarquía mientras está en el poder. De hecho, sólo hubo una película de televisión en la que una actriz encarnó a Isabel II, veinte años atrás. Eso le pareció más intrigante al director y su equipo, que descubrió que se trató más bien por respeto y no porque hubieran existido antecedentes de que la monarquía hubiera detenido proyectos cinematográficos o hubiera tratado de censurarlos.
"De todos modos, hablamos con abogados y todo eso. Yo mismo llamé al Palacio de Buckingham al principio para decirles lo que estábamos haciendo -contó Frears a la prensa-. Como se imaginarán, no saltaron de la alegría; hubo un largo silencio que intenté llenar señalando que Helen buscaría hacerle justicia a la reina y que sería una película de calidad; pero, al final, lo único que obtuve como respuesta fue que la casa real no hace comentarios sobre este tipo de proyectos. Y ésa fue la actitud que mantuvieron hasta ahora. Sospecho que habrán visto alguna vez la película en el palacio, pero a nosotros no nos llegó ningún tipo de reacción oficial".
Realidad y ficción
El único problema concreto que tuvo fue encontrar los lugares de filmación adecuados, porque todos los castillos que se parecen a Balmoral están de una forma u otra asociados a la familia real. Al final, tuvieron que rodar las escenas escocesas en uno que pertenecía a un extranjero.
El guión, escrito por Peter Morgan (el mismo de El último rey de Escocia ), está basado en material histórico, extensas entrevistas con fuentes discretas y algunos toques de imaginación sustentada. Mucho material de archivo de televisión está mechado en la película, incluida la lectura del salmo de responso que hizo el hermano de Diana, Charles Spencer, durante el multitudinario funeral.
"Hablamos mucho sobre si usar un actor también para el hermano de Diana, pero viendo las imágenes de aquel día nos pareció que le daba mucha mayor autenticidad. Obviamente, tuvo que dar su permiso, y se lo agradezco muchísimo porque creo que le aportó a la película mucho más", destacó el director.
Por otra parte, el hecho de usar imágenes de archivo de noticieros le resolvió muchos problemas de logística y presupuesto. "Nos hubiera encarecido muchísimo el film tapar de flores el frente del Palacio de Kensington, como hizo la gente en aquel momento, o llenar las calles de Londres de extras para filmar el recorrido funerario -apuntó-. Por un lado, fue una decisión pragmática y económica, pero, por otro, los medios también fueron un personaje clave en todo esto, y con esas imágenes televisivas, con las portadas de los diarios y toda la atención que generó la muerte de Diana, se puede ver mucho más claramente cómo fue la respuesta mediática".
Y, como era de esperar, en el Festival de Cine de Nueva York la atención de los medios también estuvo concentrada en dame Mirren (en efecto, en 2003 fue ungida dama del Imperio Británico), quien pese a intentar mantener un perfil bajo a los 61 años, brillaba debajo de los flashes de las cámaras.
-¿Cómo fue el proceso para meterse en el personaje?
-Hice lo que hago siempre: leí mucho; vi mucho material de archivo, noticieros, fotos, revistas y retratos. Me pasé mucho tiempo estudiando imágenes de archivo de cuando la reina era joven, y cómo se fueron modificando sus manierismos hasta como la conocemos hoy. Además, trabajé profundamente con una entrenadora de diálogo, para que me ayudara a llegar al tono de voz de la reina. Eso me pareció un ejercicio fantástico, porque esta entrenadora te enseña a llegar a la voz no solamente a través del sonido sino a través de la psicología del personaje también; fue un proceso muy útil. No quería hacer una caricatura de la reina con su voz; quería darle sentido y verdad.
-¿Llegó a querer a la reina?
Sí; como actriz, inevitablemente te enamorás de tu personaje, no importa quién sea o cuán malo sea, como Lady Macbeth. Siempre buscás razones para amarlos, de la misma manera que nosotros buscamos razones para amarnos a nosotros mismos. Eso es lo que sucedió conmigo; de repente me hallé amando a mi reina, y como republicana que soy me dio un poco de vergüenza.
-Ha sido ferviente simpatizante del laborismo y del primer ministro Blair hasta no hace mucho. ¿Qué papel jugó su postura política al hacer este film y sobre todo, al ponerse del otro lado, el de la reina?
-En realidad, no soy una persona muy política. Pienso mucho en política, pero no me comprometo con los políticos. Sí: aplaudí y estaba feliz con la llegada del nuevo laborismo al poder en 1997, pero porque significaba un cambio, que era lo que necesitaba Gran Bretaña en ese momento. Fue excitante e interesante, y nadie se imaginaba lo que vendría más adelante. Soy muy cínica con respecto a los políticos, a todos. Y hace rato que no tengo muchas esperanzas depositadas en el premier Blair. Creo que tuvieron un papel más importante mis sentimientos frente a la realeza. Me crié en un hogar muy republicano, una familia vehementemente antimonárquica, y sostuve esos principios durante casi toda mi vida; sólo en los últimos años he suavizado un poco mi postura. Y ponerme en la piel de la reina me hizo pensar muchísimo en el valor de tener una figura así y cómo se debería comportar una jefa de Estado de este tipo.
Después de haber interpretado a las reinas Isabel I e Isabel II, ambas muy exitosas, ¿qué piensa de las mujeres como gobernantes?
Es una pregunta muy amplia, pero quisiera destacar que las dos Isabel llegaron al trono de una manera muy bizantina; ninguna de ellas estaba destinada a ser reina cuando nacieron. Sucedió por un accidente del destino en ambos casos. Y hay otros paralelismos asombrosos: ambas tenían 25 años cuando llegaron al poder; ambas tuvieron reinados muy largos, gracias a su buena salud. Pero más allá de eso, sacar conclusiones sobre las mujeres en el poder está más allá de mí. Hay algunas mujeres que lo hacen muy bien; otras, no. Igual que con los hombres; hay hombres que fueron buenos gobernantes y otros, un desastre. Más que del sexo, depende de la personalidad, de las cualidades humanas que tenga cada político. Las mujeres pueden hacer todo tan bien como los hombres, y también todo tan mal como ellos