¿Ese cardenal que camina por el lobby es parte de la escenografía o un integrante de la asociación que mira con sorpresa cómo Tom Hanks se pasea con sus guardaespaldas camino de la conferencia de prensa? El religioso es auténtico, aunque sin saberlo contribuye al clima de este film, que transcurre de un lado y el otro de la frontera entre Roma y la ciudad del Vaticano. Como sucedía con El código Da Vinci , el relato se mete con la historia de la Iglesia Católica, pasada por el tamiz de un relato de crímenes y suspenso. Como antes, una receta perfecta para atraer espectadores y al mismo tiempo provocar controversias. Y de paso atraer aún más público. O no.
"Yo les digo que si hay alguna posibilidad de que esta película los ofenda, por favor, no la vean. No vayan al cine", dice Hanks, que vuelve a interpretar a Robert Langdon, el experto en simbología imaginado por Brown. Que una estrella de la medida del doble ganador del Oscar se siente frente a un grupo de periodistas de todo el mundo , instando a que la gente no vaya al cine es una novedad. "Yo hago eso, hay un montón de películas que no veo. No fui a ver ninguna de las de El juego del miedo , porque no me interesan las películas que muestran torturas como entretenimiento", explica el actor que tanto en la pantalla como fuera de ella transmite un carisma dífícil de explicar. Aunque él lo intenta.
"Mírame, si yo puedo salvar el mundo, cualquiera puede", se ríe Hanks y así explica su atractivo y su perdurabilidad. Un hombre común que resulta ser una de las estrellas de cine más queridas y menos escandalosas de Hollywood. Un señor a punto de cumplir 53 años que esboza una sonrisa de boca cerrada salvo por un costadito dónde los labios se separan para que salga la risa, franca, fuerte, tan auténtica como puede serlo frente a cientos de personas que gritan tu nombre en la tierra que bautizó a los paparazzi.
Más allá de rechazos y controversias -el obispo monseñor Antonio Rosario de 102 años llamó al film denigrante, difamatorio y ofensivo pero las publicaciones oficiales del Vaticano lo tildaron de inexacto aunque entretenido-, lo cierto es que Angeles y demonios vuelve a poner a Langdon en una posición comprometida entre el poder de la fe y el poder de la ciencia. Un dilema que el académico debe resolver mientras corre por toda Roma para evitar el asesinato de los cuatro cardenales favoritos para convertirse en el nuevo Papa. Claro que lo de correr es una forma de decir.
"Lo más difícil de la película fue correr por Roma, donde cualquier intento de moverse a un ritmo más rápido que un lento caminar es peligrosísimo. Fue un milagro que no nos rompieramos los tobillos. Intervención divina, creo", bromea Hanks aunque habla en serio. Entre el empedrado de la ciudad y la marea de turistas que acompañaban cada movimiento de cámara, la realización del film encontró obstáculos en cada esquina. Así, cuando fue hora de rodar las escenas en monumentos históricos y religiosos claves, la producción se mudó a Los Angeles. En una enorme playa de estacionamiento se construyeron versiones de la Capilla Sixtina, la Plaza de San Pedro, los interiores del Vaticano y tres iglesias que seguramente sumarán nuevos contingentes de turistas ansiosos por seguir la ruta imaginada por Dan Brown y trasladada a la pantalla por Ron Howard, el director de ambos films y compinche de Tom Hanks desde hace 25 años cuando debutó en el cine con Splash . Uno de los pocos escenarios reales de Roma que no fue necesario reproducir fue el bello Castillo de San Angelo, construído en el año 135 que además de una impresionante vista cuenta con un pasaje que lo conecta con el Vaticano y que funcionó como disparador para la novela.
De nuevo al principio
Luego del éxito de taquilla de El código Da Vinci (recaudó más de 750 millones de dólares), y su fracaso entre los críticos, Howard decidió que puesto a filmar otra de las novelas de Brown lo haría en sus propios términos. Así, primero decidió que la historia de Angeles y demonios debía transcurrir a posteriori de la del film anterior aunque en los libros fuera al revés. "Millones leyeron Da Vinci y vieron la película entonces en cierta manera las experiencias de Langdon en París hacen que su llegada a Roma resulte más impactante y además Tom no se está haciendo más joven", dice Howard mientras a su lado Hanks imagina, entre risas, cuánto trabajo de posproducción digital se necesitaría para hacerlo retroceder siete años. Luego, el director decidió que las complicadas explicaciones científicas en el centro del relato debían dejar espacio a las escenas de persecución romanas. "En retrospectiva veo que la película anterior tenía un ritmo demasiado lento para lo que se espera de un thriller, no tenía mucha acción y en ese sentido esta es muy distinta", explica.
Tal vez la única lección repetida sea el elenco internacional que acompaña a Hanks: como el inspector Olivetti de la gendarmería romana aparece el actor italiano Pierfrancesco Favino ( Las crónicas de Narnia: el príncipe Caspian ) mientras que el intérprete sueco Stellan Skarsgard (Piratas del caribe, Mamma Mia!, Dogville, Bailarina en la oscuridad) es el comandante Richter, responsable de la Guardia suiza. Y, para interpretar al Camarlengo, asistente personal del Papa y pieza fundamental de la historia, Howard convocó al escocés Ewan McGregor. "No puedo hablar de mi personaje sin revelar demasiado. Puedo decir que el año pasado hice de Yago en la producción de Otelo del teatro Donmar en Londres, y su duplicidad fue un buen entrenamiento para este personaje", cuenta el actor y dice que el vestuario eclesiástico lo ayudó a pararse y hasta a pensar como lo haría un cura. Aunque para quien lo recuerde como aquel marginal corriendo por las calles de Edimburgo en Trainspotting el cambio resulte algo desconcertante.
"Aquella película fue importantísima para mí y para mi carrera y también para el cine británico. Fue un gran momento de mediados de los 90 con Oasis, Blur y Trainspotting , el mejor tiempo para ser joven y haciendo tus primeros trabajos. Amé esa película y trabajar con Danny (Boyle). Ahora no tenemos ningún tipo de relación, lo que es muy triste. Pero hicimos muy buenas películas juntos. La verdad que no sé muy bien qué pasó", se lamenta el actor desacreditando los rumores que hablaban de la posibilidad de una secuela de aquel gran éxito del director que este año ganó el Oscar por Slumdog Millonaire.
La única presencia femenina del film es Vittoria Vetra, la científica que en el libro es, además, el interés romántico del personaje de Hanks, un costado de la trama que aquí se dejó de lado para privilegiar las persecuciones policiales. El papel de la sensible y atrevida italiana quedó en manos de Ayelet Zurer, actriz israelí que dio el gran salto a Hollywood cuando Steven Spielberg la eligió como la esposa del protagonista de Munich.
"Este film se apoya mucho más en la trama que en los personajes. Claro que a diferencia de otras películas de suspenso ésta luce como un rico postre y al final te das cuenta que tiene todos los elementos de un nutritivo plato principal", dice Zurer y en apenas dos líneas consigue resumir Angeles y demonios .
Mientras tanto, en la otra punta del lujoso hotel romano alguien comete el error de sentar a un obispo en una mesa cercana a la de Dan Brown. Si se trata de una receta para el desastre o germen de un nuevo libro y tal vez una nueva película, eso queda por verse