Tiene ancestros distinguidos. Está el gordo, mentiroso, pero finalmente fabuloso borracho de Shakespeare, Sir John Falstaff. Está también Sancho Panza, otro relleno y popular personaje, el fiel acompañante del Quijote de Cervantes. Cada época necesita su gran perdedor; su mediocre amable y sin pretensiones. El nuestro lo tenemos en Homero Simpson, la máxima creación animada de nuestro tiempo.
Desde que "Los Simpson" -el programa de TV- comenzó, hace 20 años, la estatura de Homero ha crecido y crecido. Matt Groening, el creador, basó esta familia en la suya y su idea original era que el héroe fuera su propia encarnación, Bart. Pero un "chico malo", incluso uno inteligente como Bart, siempre quedará atrapado en sólo dos dimensiones. Otra cosa totalmente diferente es este padre, superficialmente malo, pero en el fondo bueno. Un tierno fracasado.
Homero está a punto de convertirse en algo más grande aún. No sólo ha sobrevivido a 400 episodios televisivos, ahora está a punto de golpear la gran pantalla en "Los Simpson: La película", que debuta el jueves 26. A propósito del evento es tiempo para enfrentar su figura colosal, su cara amarilla de barba incipiente, gran boca, ojos saltones y dos pelos peinados. Y, de paso, reconocer que Homero es nada menos que un espejo. Homero somos nosotros. Lo extraño es que eso debe halagarnos.
Es extraño, porque la primera impresión es que él es una catástrofe humana. Nació el 12 de mayo de 1956 (su número de seguro social es 568-47-0008), fue criado por su padre Abraham, quien trató y falló en la tarea de compensar la ausencia de su madre, quien huyó para convertirse en hippie. Era un caso perdido en el colegio y fue maldecido por un apetito voraz por la comida chatarra. Mientras más colesterol, mejor. Y para él, la cerveza Duff -el alcohol en general, como dice- es la causa y la solución de todos los problemas de la vida. Se ganó el corazón de su novia del colegio, Marge Bouvier, una mujer de paciencia infinita, virtud, fidelidad y una alta cabellera azul.
Como hombre de familia, Homero es dramáticamente deficiente. Periódicamente intenta estrangular a Bart y avergüenza a su brillante hija Lisa. Además, está poco consciente de la existencia de Maggie, la bebé.
Pero, y este es un gran pero, bajo todas esas fallas late un enorme corazón. Homero es, a pesar de todo, un buen hombre. De inmediato debería ser dicho que mucho del crédito de esa bondad es para Dan Castellaneta, la voz original del personaje. Él ha dicho que siempre rechaza cualquier cosa en un guión que requiera que Homero haga algo malo: "Él es rudo y no piensa las cosas, pero él nunca es malo a propósito. Yo trato de mantenerlo por el buen camino".
Homero es bueno porque, por sobre todo, es capaz de entregar mucho amor. Cuando todo se ve negro, él siempre hace lo correcto para sus hijos. Por ejemplo, rechazó una oferta de US$ 1 millón del señor Burns por el osito de peluche de Maggie. En lo que respecta a Marge, nunca ha sido infiel pese a varias oportunidades. Y no es porque él tema ser descubierto, sino porque no puede hacerlo. Lo que Marge entiende y sus hermanas no, es que tener a todo Homero es mucho mejor que tener la mitad de un hombre común.
En este frágil balance entre fracaso, egoísmo épico y un profundo e incondicional amor es lo que explica el éxito de Homero. Él es una creación más grande que, por ejemplo, el vagabundo de Charlie Chaplin, porque todo sentimentalismo ha sido eliminado de nuestro amor a Homero.
El personaje de Chaplin era amable y bien intencionado, pero Homero es realmente tan inepto, poco atractivo y egoísta como parece. El gran triunfo de Groening y su equipo es haber permitido que hasta este caso sin remedio obtenga redención a través del amor.
El efecto es irresistible porque los defectos de Homero son nuestros defectos, sus apetitos son versiones gigantescas de los nuestros. El sólo lo exterioriza todo. Nosotros pasamos nuestra vida ocultándolos. El mundo ama a Homero porque nos dice que está bien ser nosotros.
Este mensaje, sutil y complejo, toma un momento en cuajar. Pero cuando lo hace, Homero se convierte en un santo global que cruza culturas. Su figura logra celebridad por aquello que todos tenemos, incompetencia, y lo que todos queremos, amor. Y, cuando todo sale mal, como siempre pasa, el exclama lo que ya es una maldición y también una oración para el hombre común: "D'Oh".
Desde que "Los Simpson" -el programa de TV- comenzó, hace 20 años, la estatura de Homero ha crecido y crecido. Matt Groening, el creador, basó esta familia en la suya y su idea original era que el héroe fuera su propia encarnación, Bart. Pero un "chico malo", incluso uno inteligente como Bart, siempre quedará atrapado en sólo dos dimensiones. Otra cosa totalmente diferente es este padre, superficialmente malo, pero en el fondo bueno. Un tierno fracasado.
Homero está a punto de convertirse en algo más grande aún. No sólo ha sobrevivido a 400 episodios televisivos, ahora está a punto de golpear la gran pantalla en "Los Simpson: La película", que debuta el jueves 26. A propósito del evento es tiempo para enfrentar su figura colosal, su cara amarilla de barba incipiente, gran boca, ojos saltones y dos pelos peinados. Y, de paso, reconocer que Homero es nada menos que un espejo. Homero somos nosotros. Lo extraño es que eso debe halagarnos.
Es extraño, porque la primera impresión es que él es una catástrofe humana. Nació el 12 de mayo de 1956 (su número de seguro social es 568-47-0008), fue criado por su padre Abraham, quien trató y falló en la tarea de compensar la ausencia de su madre, quien huyó para convertirse en hippie. Era un caso perdido en el colegio y fue maldecido por un apetito voraz por la comida chatarra. Mientras más colesterol, mejor. Y para él, la cerveza Duff -el alcohol en general, como dice- es la causa y la solución de todos los problemas de la vida. Se ganó el corazón de su novia del colegio, Marge Bouvier, una mujer de paciencia infinita, virtud, fidelidad y una alta cabellera azul.
Como hombre de familia, Homero es dramáticamente deficiente. Periódicamente intenta estrangular a Bart y avergüenza a su brillante hija Lisa. Además, está poco consciente de la existencia de Maggie, la bebé.
Pero, y este es un gran pero, bajo todas esas fallas late un enorme corazón. Homero es, a pesar de todo, un buen hombre. De inmediato debería ser dicho que mucho del crédito de esa bondad es para Dan Castellaneta, la voz original del personaje. Él ha dicho que siempre rechaza cualquier cosa en un guión que requiera que Homero haga algo malo: "Él es rudo y no piensa las cosas, pero él nunca es malo a propósito. Yo trato de mantenerlo por el buen camino".
Homero es bueno porque, por sobre todo, es capaz de entregar mucho amor. Cuando todo se ve negro, él siempre hace lo correcto para sus hijos. Por ejemplo, rechazó una oferta de US$ 1 millón del señor Burns por el osito de peluche de Maggie. En lo que respecta a Marge, nunca ha sido infiel pese a varias oportunidades. Y no es porque él tema ser descubierto, sino porque no puede hacerlo. Lo que Marge entiende y sus hermanas no, es que tener a todo Homero es mucho mejor que tener la mitad de un hombre común.
En este frágil balance entre fracaso, egoísmo épico y un profundo e incondicional amor es lo que explica el éxito de Homero. Él es una creación más grande que, por ejemplo, el vagabundo de Charlie Chaplin, porque todo sentimentalismo ha sido eliminado de nuestro amor a Homero.
El personaje de Chaplin era amable y bien intencionado, pero Homero es realmente tan inepto, poco atractivo y egoísta como parece. El gran triunfo de Groening y su equipo es haber permitido que hasta este caso sin remedio obtenga redención a través del amor.
El efecto es irresistible porque los defectos de Homero son nuestros defectos, sus apetitos son versiones gigantescas de los nuestros. El sólo lo exterioriza todo. Nosotros pasamos nuestra vida ocultándolos. El mundo ama a Homero porque nos dice que está bien ser nosotros.
Este mensaje, sutil y complejo, toma un momento en cuajar. Pero cuando lo hace, Homero se convierte en un santo global que cruza culturas. Su figura logra celebridad por aquello que todos tenemos, incompetencia, y lo que todos queremos, amor. Y, cuando todo sale mal, como siempre pasa, el exclama lo que ya es una maldición y también una oración para el hombre común: "D'Oh".