Hay que admitir un prejuicio. Uno va a una función privada de una comedia norteamericana (por más que se trate de Nueva Comedia Americana) sobre cuatro tipos que viajan a una despedida de soltero en Las Vegas y siente que está por ver algo que ya vio. Y no. No del todo. En ¿Qué pasó... hay, desde luego, gags basados en el descontrol y el desenfado. Pero también una estructura narrativa que funciona y trasciende el género; un humor -coherente con cada personaje- que por momentos descoloca, como debe hacerlo el humor; y treintañeros multidimensionales: patética, graciosamente humanos.
La historia se dispara por la desaparición de uno de ellos -el que está por casarse- y tiene una construcción elíptica: ambas características le otorgan al filme una conveniente intriga estilo thriller. Los cuatro amigos -en realidad, tres y el hermano de la novia, interpretado por Zach Galifianakis, un talento inescrutable- llegan a un hotel cinco estrellas, suben eufóricos a la terraza y se aprestan -con mayor o menor convicción- a lanzarse a una noche de piratas. Corte. Todd Phillips muestra la habitación a la mañana siguiente. Vemos el plano de las piernas de una mujer que sale del cuarto.
El panorama de la resaca es por lo menos extraño. Stu (Ed Helms), odontólogo sometido por su esposa, está tirado de cara al piso: alguien le extrajo un canino. Phil (Bradley Cooper), maestro y galán, tiene una pulserita de hospital en su muñeca. Alan, el hermano de la novia, un tipo de reacciones anómalas, informalmente hierático, entra en el baño y se encuentra con un tigre. Ah, además una gallina corre entre los muebles; en el ropero gimotea un bebé; y nadie encuentra a Doug (Justin Bartha). Apenas el comienzo de una serie de situaciones absurdas y misteriosas que se irán develando con el foco puesto en un humor ingenioso; y, también, en la parodia; y en el cálido antiheroísmo de los personajes.
La película tiene ráfagas sumamente irreverentes, políticamente incorrectas: Galifianakis, el que supuestamente debe llevar esta "carga", se muestra tan sólido en su papel -de tipo insondable, excéntrico sin conciencia de serlo- que logra que ese humor no sea chocante sino meramente eficaz. El resto del elenco abunda en otros aciertos. Sumemos, ya que lo suyo no se trata de un simple cameo, al mismísimo Mike Tyson, con una panza irreconocible. El panorama suena más que tentador, ¿no es cierto? El final incluye una acertada y graciosa resolución reconstructiva de la historia.
Entre personajes que no se adaptan a la vida adulta ni matrimonial (y que Phillips muestra sin juzgarlos) desentona que se resalte que la esposa de Stu le fue infiel. Alcanzaba con que fuera autoritaria para justificar la conflictividad de él. Es, tal vez, un detalle, pero de los que ponen a un filme en el filo del machismo
La historia se dispara por la desaparición de uno de ellos -el que está por casarse- y tiene una construcción elíptica: ambas características le otorgan al filme una conveniente intriga estilo thriller. Los cuatro amigos -en realidad, tres y el hermano de la novia, interpretado por Zach Galifianakis, un talento inescrutable- llegan a un hotel cinco estrellas, suben eufóricos a la terraza y se aprestan -con mayor o menor convicción- a lanzarse a una noche de piratas. Corte. Todd Phillips muestra la habitación a la mañana siguiente. Vemos el plano de las piernas de una mujer que sale del cuarto.
El panorama de la resaca es por lo menos extraño. Stu (Ed Helms), odontólogo sometido por su esposa, está tirado de cara al piso: alguien le extrajo un canino. Phil (Bradley Cooper), maestro y galán, tiene una pulserita de hospital en su muñeca. Alan, el hermano de la novia, un tipo de reacciones anómalas, informalmente hierático, entra en el baño y se encuentra con un tigre. Ah, además una gallina corre entre los muebles; en el ropero gimotea un bebé; y nadie encuentra a Doug (Justin Bartha). Apenas el comienzo de una serie de situaciones absurdas y misteriosas que se irán develando con el foco puesto en un humor ingenioso; y, también, en la parodia; y en el cálido antiheroísmo de los personajes.
La película tiene ráfagas sumamente irreverentes, políticamente incorrectas: Galifianakis, el que supuestamente debe llevar esta "carga", se muestra tan sólido en su papel -de tipo insondable, excéntrico sin conciencia de serlo- que logra que ese humor no sea chocante sino meramente eficaz. El resto del elenco abunda en otros aciertos. Sumemos, ya que lo suyo no se trata de un simple cameo, al mismísimo Mike Tyson, con una panza irreconocible. El panorama suena más que tentador, ¿no es cierto? El final incluye una acertada y graciosa resolución reconstructiva de la historia.
Entre personajes que no se adaptan a la vida adulta ni matrimonial (y que Phillips muestra sin juzgarlos) desentona que se resalte que la esposa de Stu le fue infiel. Alcanzaba con que fuera autoritaria para justificar la conflictividad de él. Es, tal vez, un detalle, pero de los que ponen a un filme en el filo del machismo