Roland Emmerich no responde a la imagen prototípica que uno imagina de un director de cine de acción y aventuras. Pequeño, delgado, con su pelo rubio semiplatinado, el realizador alemán, de 52 años, tiene sin embargo una larga carrera llevando a la pantalla visiones apocalípticas. Su nueva superproducción es 10.000 AC, una aventura que transcurre aproximadamente en la fecha que dan titulo a la película.
O algo por el estilo. Porque Emmerich admite que no está buscando "una verdad histórica", y da por seguro que "todo el mundo va a decir que las mezclas de culturas y épocas que se ven en la película no existieron verdaderamente". Pero él prefiere ir de frente y admitirlo: "No se trata de una película histórica, es una fantasía que usa elementos de distintos períodos y culturas, para contar una buena historia, una epopeya humana".
Emmerich estuvo en Buenos Aires en un recorrido internacional en el que se está dedicando a promocionar la película. 10.000 AC transcurre diez mil años antes de Cristo y se centra en un cazador de mamuts llamado D'Leh (Steven Strait) que tiene que recorrer, a pie, miles de kilómetros para tratar de rescatar a varios miembros de su tribu que fueron capturados y llevados a trabajar como esclavos. Entre ellos, claro, estaba Evolet, la mujer que ama. El filme mostrará al héroe atravesando diversas peripecias -entre las que se cuenta un enfrentamiento con un enorme león (de los llamados "diente de sable"), y una tribu de campesinos negros que lo toman como un Mesías- y, finalmente, llegando al imperio que tiene a sus amigos esclavizados construyendo pirámides.
Según Emmerich, "el tema" del filme es "la epopeya de un héroe que debe unir las distintas tribus. Hay diferentes religiones peleándose y hace falta un héroe que los unifique. El mayor enemigo es la civilización más avanzada, que usa la tecnología y la religión para esclavizar a la gente. Se creen Dioses".
"Fue el rodaje más complicado de toda mi carrera", explica Emmerich. El rodaje tuvo lugar en parajes tan lejanos y disímiles como Nueva Zelanda, Sudáfrica, Inglaterra y Namibia. Y no, no eligió esos lugares por ser fanático del rugby, sino porque, suponía, le presentaban las locaciones perfectas para lo que estaba buscando. Pero no fue tan así. El lo cuenta. "En Nueva Zelanda nos dijeron que no iba a nevar y al tercer día nevó y no paró -dice-. En Sudáfrica, que no iba a llover y durante varias semanas fue un diluvio. Y así. Imaginate lo que es tener esperando a cientos de personas, gastando miles de dólares por hora, sin poder hacer nada". Se las rebuscaron (Emmerich tiene fama de poder resolver cosas rápido y por menos dinero de lo que parece) y lograron atravesar la primera etapa compleja, la del rodaje.
Luego empezó otro "calvario": los efectos especiales. Tenían unas 600 tomas con efectos que no eran nada fáciles, ya que incluían "dos de las cosas que los especialistas en ese tema más odian: agua y pelos. Un cuadro nos tomaba doce horas de rendering de computadora. Imaginate: 24 cuadros por segundo para una escena de seis minutos, y te podés hacer una idea de la complejidad y duración del proceso", cuenta.
Pero Emmerich sabe de situaciones similares, ya que todas sus películas tienen desafíos técnicos a escala masiva. Puesto a hablar de su carrera previa, el director alemán no está de acuerdo con que Godzilla fue un fracaso. "Hizo una recaudación similar a la que hicieron todas las películas del género de monstruos -explica-. Lo que sucede es que la prensa la comparaba con Día de la Independencia y nosotros sabíamos que no era una película tan grande y para todos los públicos. Filmes como Godzilla buscan a un público más específico y a ellos les llegó y muy bien".
Otro dato de su carrera que pone en duda es que su próximo proyecto vaya a ser una remake de Viaje fantástico, el clásico filme de aventuras dentro de un cuerpo humano que filmó Richard Fleischer en 1966. "Es un proyecto que tenemos, sí, pero estamos muy lejos de verlo como nuestra próxima película". Como en sus filmes anteriores, Emmerich vuelve a trabajar sobre "héroes comunes". "No me gustan las películas de superhéroes -explica-. Hay demasiadas. Prefiero las historias en las que un hombre común se tiene que convertir en héroe a partir de hechos inesperados. Con eso creo que todos nos podemos identificar".
O algo por el estilo. Porque Emmerich admite que no está buscando "una verdad histórica", y da por seguro que "todo el mundo va a decir que las mezclas de culturas y épocas que se ven en la película no existieron verdaderamente". Pero él prefiere ir de frente y admitirlo: "No se trata de una película histórica, es una fantasía que usa elementos de distintos períodos y culturas, para contar una buena historia, una epopeya humana".
Emmerich estuvo en Buenos Aires en un recorrido internacional en el que se está dedicando a promocionar la película. 10.000 AC transcurre diez mil años antes de Cristo y se centra en un cazador de mamuts llamado D'Leh (Steven Strait) que tiene que recorrer, a pie, miles de kilómetros para tratar de rescatar a varios miembros de su tribu que fueron capturados y llevados a trabajar como esclavos. Entre ellos, claro, estaba Evolet, la mujer que ama. El filme mostrará al héroe atravesando diversas peripecias -entre las que se cuenta un enfrentamiento con un enorme león (de los llamados "diente de sable"), y una tribu de campesinos negros que lo toman como un Mesías- y, finalmente, llegando al imperio que tiene a sus amigos esclavizados construyendo pirámides.
Según Emmerich, "el tema" del filme es "la epopeya de un héroe que debe unir las distintas tribus. Hay diferentes religiones peleándose y hace falta un héroe que los unifique. El mayor enemigo es la civilización más avanzada, que usa la tecnología y la religión para esclavizar a la gente. Se creen Dioses".
"Fue el rodaje más complicado de toda mi carrera", explica Emmerich. El rodaje tuvo lugar en parajes tan lejanos y disímiles como Nueva Zelanda, Sudáfrica, Inglaterra y Namibia. Y no, no eligió esos lugares por ser fanático del rugby, sino porque, suponía, le presentaban las locaciones perfectas para lo que estaba buscando. Pero no fue tan así. El lo cuenta. "En Nueva Zelanda nos dijeron que no iba a nevar y al tercer día nevó y no paró -dice-. En Sudáfrica, que no iba a llover y durante varias semanas fue un diluvio. Y así. Imaginate lo que es tener esperando a cientos de personas, gastando miles de dólares por hora, sin poder hacer nada". Se las rebuscaron (Emmerich tiene fama de poder resolver cosas rápido y por menos dinero de lo que parece) y lograron atravesar la primera etapa compleja, la del rodaje.
Luego empezó otro "calvario": los efectos especiales. Tenían unas 600 tomas con efectos que no eran nada fáciles, ya que incluían "dos de las cosas que los especialistas en ese tema más odian: agua y pelos. Un cuadro nos tomaba doce horas de rendering de computadora. Imaginate: 24 cuadros por segundo para una escena de seis minutos, y te podés hacer una idea de la complejidad y duración del proceso", cuenta.
Pero Emmerich sabe de situaciones similares, ya que todas sus películas tienen desafíos técnicos a escala masiva. Puesto a hablar de su carrera previa, el director alemán no está de acuerdo con que Godzilla fue un fracaso. "Hizo una recaudación similar a la que hicieron todas las películas del género de monstruos -explica-. Lo que sucede es que la prensa la comparaba con Día de la Independencia y nosotros sabíamos que no era una película tan grande y para todos los públicos. Filmes como Godzilla buscan a un público más específico y a ellos les llegó y muy bien".
Otro dato de su carrera que pone en duda es que su próximo proyecto vaya a ser una remake de Viaje fantástico, el clásico filme de aventuras dentro de un cuerpo humano que filmó Richard Fleischer en 1966. "Es un proyecto que tenemos, sí, pero estamos muy lejos de verlo como nuestra próxima película". Como en sus filmes anteriores, Emmerich vuelve a trabajar sobre "héroes comunes". "No me gustan las películas de superhéroes -explica-. Hay demasiadas. Prefiero las historias en las que un hombre común se tiene que convertir en héroe a partir de hechos inesperados. Con eso creo que todos nos podemos identificar".