
El joven que parece tan decidido filosofando de la muerte como tema central está sentado a diez metros de las playas del Mediterráneo, en la Costa Azul. Francois Ozon habla con amabilidad, como si se tratara de un tema tan impredecible como el estado del tiempo en Cannes —donde lo entrevistó Clarín— o del tránsito en la Croisette. El director de La piscina eligió como protagonista a un fotógrafo gay que se entera que padece un cáncer apenas abre Tiempo de vivir, que aquí se estrena mañana.
La idea de la película nació "de algo que me sucedió en verdad a mí. Tuve un problema de salud, que por suerte no se convirtió en nada. Pero la idea de que algo pudiera sucederme, y tener que convivir con que me quedara po co tiempo de vida, me sacudió profundamente. Por eso decidí trasladarlo al papel", dice Ozon.
El hecho de que Romain sea gay, obedeció a que "me permitía confrontar también los miedos de mi generación con respecto al sida. Su primera pregunta, al enterarse de que algo no está bien en su organismo, es preguntar si está infectado de HIV. Es fácil emparentar la cercanía de la muerte con lo que uno siente ante ella cuando se es un niño. Por eso decidí que Romain tuviera esa necesidad de recordar su pasado, su niñez. Era una manera como de recuperar al niño que llevaba dentro."

Jeanne fue muy generosa conmigo. Quería alguien con una capacidad de comprensión enorme, y que a su edad durmiera desnuda. Necesitaba a una actriz con un pasado que pudiera testimoniarlo en la pantalla. Además, ella me conoce desde mis tiempos de estudiante de cine. Tal vez pude haberla incluido en 8 mujeres...
¿Permitís improvisar a tus actores?
Cuando comienzo a filmar, no tengo el guión terminado, y sigo mis instintos. Me gusta preguntarles a los actores qué sienten y cómo creen que debería seguir la historia.
No fue fácil, al principio, convencer a sus inversores. "La primera versión del guión era más cruda, y creo que los espanté. Entonces, decidí añadir personajes y escenas para que la reacción fuera más atemperada. Pero, en verdad, cuando llegó el momento de editar la película fui sacando todo aquello que me distanciara del público. Vi que a medida que me centraba más y más en Romain, el efecto era mucho más preciso, y lo que era superfluo en ese viaje que emprende desde que se entera de su enfermedad terminal, lo fui aligerando, suprimiendo."
