15 noviembre 2006

Ya no hay hombres

Advertencia: lo que usted está a punto de leer puede causarle una emoción fuerte similar a la que se suele experimentar cuando sus ex compañeros de secundario lo convocan para conmemorar los primeros 20 años pasados desde su la graduación.

¿Porqué, si son más los años transcurridos fuera del colegio que dentro de él, los recuerdos son tan vívidos como la imagen de ese póster del galán de Hollywood del momento que decoraba la habitación de la adolescente promedio? Y he aquí el quid de la cuestión, la nueva fuente de esa impresión que nos acerca a la adultez y nos aleja definitivamente de la adolescencia, por más tardía que ella sea.

Ahí va: el próximo 18 de diciembre Brad Pitt cumplirá 43 años, Johnny Depp los cumplió el 9 de junio pasado, George Clooney festejó su cumpleaños número 45 el 6 de mayo, Tom Cruise los alcanzará el año próximo y Keanu Reeves, aunque para algunos siga siendo el joven Neo de Matrix, acaba de alcanzar la no tan tierna edad de 42 años. Si las estrellas masculinas más fulgurantes del firmamento Hollywood ya califican casi como galanes maduros -a pesar de que un par de ellos, como Pitt y Depp, parezcan haber dado con la fórmula de Dorian Grey-, hay que empezar a buscar a sus reemplazantes en la división sub 30 o, al menos, en aquellos que todavía no hayan alcanzado la cuarta década.

Se sabe, en la meca del cine industrial son bastante más indulgentes con la edad de los hombres que con la de sus pares femeninas, pero aun así la fábrica de películas que hace de sus protagonistas artistas conocidos en todo el planeta siempre está buscando la próxima gran estrella, esa que combine talento actoral, belleza física y aquel ingrediente inexplicable llamado carisma. Y es en este punto dónde empiezan las dificultades: a primera vista, ninguno de los actores ocupan el espacio natural de sucesores de los actuales reyes de la pantalla.


A saber: si se compara a Orlando Bloom ( El señor de los anillos ) con Johnny Depp, y es posible hacerlo porque comparten pantalla en la saga de Piratas del Caribe , Depp gana la competencia. El veterano tiene los pómulos más pronunciados y casi borra de escena al joven actor británico a fuerza de interpretación y, sí, carisma. Que la heroína romántica de Bloom en los films de piratas, Keira Knightley, parezca más interesada en el corrupto capitán Jack Sparrow (Depp) que en el noble Will (Bloom) replica lo que sucedió del otro lado de la pantalla. Lo mismo le pasó a Bloom cuando debió pelear con Brad Pitt en la poco interesante Troya . Casi un muestrario de belleza masculina, allí el más joven sufrió una derrota aplastante por parte del novio de Angelina Jolie.

El futuro no está aquí

En tren de resolver esta encrucijada en la que se encuentra el cine de Hollywood, hay quienes pusieron todas sus esperanzas en un muchacho que el año pasado se mostró enamorado de otro en la ficción de Secreto en la montaña : Jake Gyllenhall.

"Empezamos a discutir sobre hombres, especificamente sobre actores norteamericanos entre los 20 y los 30 años que estén en alza, la próxima generación de superestrellas después de la troika Pitt/Cruise/Clooney. La discusión pronto se transformó en una especie de adivinanza: ¿qué actor puede o debe unirse al panteón de las estrellas de cine? «Jake Gyllenhaal es un candidato», acordaron todos. «Y también está...». No hay nadie más".

La anécdota no figura en una publicación de chismes sino que es parte de la nota de tapa de la revista dominical del New York Times escrita por una de sus editoras, Lynn Hirschberg. Claro que tanto Gyllenhaal como su compañero en Secreto en la montaña , Heath Ledger, parecen preferir el cine independiente a los tanques que suele protagonizar Cruise. Es más, Ledger prefiere atenuar sus atributos físicos, y aunque participará del próximo Batman , lo hará como el Guasón. Es que, como Leonardo Di- Caprio, el australiano Ledger eligió ser un actor de carácter más que un galancito. De hecho, con sus papeles en Titanic y en el Romeo + Julieta de Baz Luhrmann, DiCaprio tenía casi asegurada una carrera como el sucesor de Pitt o de Clooney. Pero, después de la locura adolescente que generó el film de James Cameron, el rubio decidió, literalmente, bajarse de ese barco y tomar el camino que lo había llevado a su primera nominación al Oscar: papeles como el de Arnie, el débil mental que interpretó en ¿Quién ama a Gilbert Grape?

Un par que pudo subirse al transatlántico que DiCaprio dejó pasar fue el que forman los socios y amigos Matt Damon y Ben Affleck. En el caso de estos ganadores del Oscar, que consiguieron por su guión de En busca del destino , el camino al estrellato comenzó al revés de la mayoría. El premio dorado los convirtió de actores desempleados a los más solicitados de la industria. Pero lo cierto es que a pesar de ser conocidos en todo el mundo, ninguno de los dos llegó a la categoría de superestrella que puede garantizar un éxito de taquilla con sólo aparecer en pantalla. Una serie de fracasos estrepitosos y más presencia en las revistas del corazón que en los departamentos de casting por el lado de Affleck, y una evidente falta de empuje y voluntad por el de Damon hicieron que el par quedara como la poco glamorosa generación intermedia entre los reinantes cuarentones y los flojos veinteañeros.

Las invasiones británicas

Ante la falta de interés y carisma de los actores norteamericanos por alcanzar el tipo de estrellato que hace que el inminente casamiento de Cruise y su novia sea tratado como un asunto de Estado, otros países de habla inglesa se están aprovechando.

Ante el déficit de galanes que sufre el país que le dio al mundo a Clark Gable, los británicos vieron la oportunidad de imponer sus propios candidatos. Al mencionado Bloom hay que agregarle a Colin Farrell, que por más esfuerzo que hagan sus encargados de relaciones públicas, todavía no consiguió éxito en la taquilla con sus películas comerciales ni convence a los críticos cuando elige films de corte más artístico. Algo mayor que Farrell, que tiene 30 años, y con una belleza más clásica para los estándares de Hollywood, Jude Law se sumó a la lista. El hecho de haber sido nombrado el hombre más sexy del planeta por la revista People acercó a Law al Olimpo de los dioses Pitt, Depp y Clooney, pero sus repetidos fracasos de taquilla lo devolvieron a la tierra. Tampoco ayudó a su causa que el romance con la actriz Sienna Miller terminara en escándalo por la infidelidad cometida con la niñera de sus chicos.

Y aunque Daniel Craig esté a punto de debutar como James Bond, el papel masculino más sofisticado que ofrece la industria del cine, su aspecto de boxeador rubio y las incesantes críticas de los fanáticos del espía británico lo dejan mal parado. Lo mismo le sucede a otro británico que Hollywood quiso coronar y no pudo: Clive Owen. Con 42 años y una extensa carrera en el teatro de su país, Owen tiene más puntos de contacto con actores de carácter al estilo de Gene Hackman que con una megaestrella como Pitt.

Pero no está todo perdido para los súbditos de la reina: puede que su salvación no llegue de las tablas teatrales sino desde el césped de una cancha de fútbol. Mientras los productores y directores de Los Angeles ponían la mira en Gran Bretaña, un par de inmigrantes legales de Australia tomaron la delantera en una carrera que nadie parece querer ganar. Eric Bana protagonizó Hulk , se robó Troya como Héctor y fue el elegido por Steven Spielberg para protagonizar la polémica Munich , pero el hombre nunca quiso abandonar su Melbourne natal por la plástica Hollywood y sus comienzos como comediante no lo prepararon para ser ese galán que Hollywood necesita


Tal vez el que más se acerque a ese indefinible ideal sea Hugh Jackman, por estos días el actor más solicitado de la industria. En 2006 hizo más de siete películas y entre 2007 y 2008 prepara otras tantas en las que ocupará, alternativamente, el lugar de héroe de acción, romántico y animado. Pero con su talento para la comedia musical, sus nuevos proyectos como productor y su familia feliz puede que Jackman esté sobrecalificado para el empleo de próxima gran estrella del cine. Por ahora, la situación es desesperada: en Hollywood ya no hay hombres