
Y vaya si lo aleja. Duchovny es aquí Hank, un escritor que supo ser una celebrity, autor de un libro que se presume ácido, titulado Dios nos odia a todos. Y todo sería éxito y felicidad en su vida sino fuera porque su musa inspiradora, su bella e inteligente esposa, Natascha McElhone (The Truman Show, Solaris), harta de sus veleidades, se enamora de otro, un tipo común y corriente, y lo deja. Y empieza la deblacle: el escritor se abandona a sí mismo e inicia un raid de aventuras sexuales que incluyen todo tipo de excesos, con el único fin de ahogar sus penas de amor.
La cosa es aún más complicada porque el ex matrimonio tiene una hija preadolescente tirando a dark que, aprovechando la crisis parental, comienza a experimentar con fiestas, drogas y alcohol, con la secreta esperanza de que sus padres vuelvan a estar juntos gracias a ella. Hasta aquí, todo bastante cliché, nada demasiado original, aunque la historia se cuenta de manera fluida, vistosa y con mucho ritmo. El verdadero problema aparece cuando Hank descubre que una de sus últimas conquistas sexuales es una niña de 16 años, hija del futuro esposo de su ex, aquel hombre común y corriente. O sea: la futura hermanastra de su propia hija. Encima, la chica no es ningún angelito: disfruta golpeando a sus amantes y le acaba de romper la mandíbula. Habrá que esperar al próximo episodio para ver cuán oscura puede llegar a ser esta historia que, por ahora, no pasa del famoso slogan "sexo, drogas y rock & roll", con la dosis justa de drama familiar puro y duro