Robert Redford debutó en la dirección, hace 27 años, con una película de personajes: Gente como uno, el lacrimógeno drama en el que una familia entera llora por la muerte de un hijo. Hay culpas y conflictos, pero no del tipo moral que alcanzaría el protagonismo en Quiz Show, el dilema, catorce años después.
Hoy, Redford vuelve a un filme de personajes, con un fuerte dilema moral: la guerra. Leones por corderos es una apuesta a despertar conciencias. El estilo es sencillo, y por momentos hasta parece teatral: tres historias que se cuentan en paralelo, dos de ellas en habitaciones cerradas, y una tercera en el frente de batalla en Afganistán.
En Washington, un senador republicano (Tom Cruise, tratando de apuntalar su carrera lejos de los avatares de su vida privada) recibe en su despacho a una periodista que hoy cuestiona a la administración Bush y que, en su momento, veía en el senador Irving a la promesa de su partido. Janine (Meryl Streep, no tan creíble como en El sospechoso, donde estaba metida en política, pero del lado del poder) interroga, pero también recibe información: Irving ideó una estrategia militar para terminar con la guerra y quiere darle la primicia mientras los soldados saltan sobre Afganistán.
En California, a la misma hora un profesor (Redford) atiende a un alumno (Andrew Garfield) descreído de la política. Y le cuenta la historia de otros dos alumnos, un afroamericano y un hispano, que están en el frente de combate.
La tercera pata del relato es precisamente ésa, los jóvenes rodeados de talibanes, solos, heridos, tratando de sobrevivir.
Las buenas intenciones de Redford no se ponen en duda en toda la proyección, pero se apega a una estructura en la que se habla mucho -como discurso político que es- y casi todo se dirime en plano y contraplano. Las escenas del combate en Afganistán sacan del encierro, pero igual todo está planeado como contrapunto: peleas verbales, blanco sobre negro.
La juventud siempre le interesó a Redford, quien contó con Timothy Hutton, Brad Pitt, Matt Damon, y hasta Ralph Fiennes al frente de sus títulos, y parece que a ese público va dirigido su filme. Porque para descreídos, a los adultos ya nos han dado letra. Aquí y en todas partes.
Hoy, Redford vuelve a un filme de personajes, con un fuerte dilema moral: la guerra. Leones por corderos es una apuesta a despertar conciencias. El estilo es sencillo, y por momentos hasta parece teatral: tres historias que se cuentan en paralelo, dos de ellas en habitaciones cerradas, y una tercera en el frente de batalla en Afganistán.
En Washington, un senador republicano (Tom Cruise, tratando de apuntalar su carrera lejos de los avatares de su vida privada) recibe en su despacho a una periodista que hoy cuestiona a la administración Bush y que, en su momento, veía en el senador Irving a la promesa de su partido. Janine (Meryl Streep, no tan creíble como en El sospechoso, donde estaba metida en política, pero del lado del poder) interroga, pero también recibe información: Irving ideó una estrategia militar para terminar con la guerra y quiere darle la primicia mientras los soldados saltan sobre Afganistán.
En California, a la misma hora un profesor (Redford) atiende a un alumno (Andrew Garfield) descreído de la política. Y le cuenta la historia de otros dos alumnos, un afroamericano y un hispano, que están en el frente de combate.
La tercera pata del relato es precisamente ésa, los jóvenes rodeados de talibanes, solos, heridos, tratando de sobrevivir.
Las buenas intenciones de Redford no se ponen en duda en toda la proyección, pero se apega a una estructura en la que se habla mucho -como discurso político que es- y casi todo se dirime en plano y contraplano. Las escenas del combate en Afganistán sacan del encierro, pero igual todo está planeado como contrapunto: peleas verbales, blanco sobre negro.
La juventud siempre le interesó a Redford, quien contó con Timothy Hutton, Brad Pitt, Matt Damon, y hasta Ralph Fiennes al frente de sus títulos, y parece que a ese público va dirigido su filme. Porque para descreídos, a los adultos ya nos han dado letra. Aquí y en todas partes.