Amanda Peet y Ashton Kutcher en una nueva comedia romántica
Amanda Peet merecía hace tiempo ya su propia película. Le podría haber tocado una más radical, más definitiva, más original, pero "Muy parecido al amor" no está del todo mal.
Con la misma idea de "Cuando Harry conoció a Sally" (1989), esta cinta no tiene la inteligencia ni el brillo de aquella, pero posee trabajo sobre los personajes, calma en el relato, atención a las pausas y las miradas, especialmente a las miradas. Si bien sigue buena parte de la fórmula de la comedia romántica - canciones pop, situaciones ridículas, una o dos fiestas, matrimonios, desencuentros diversos, la mejor amiga, algunos bebés dando vueltas por ahí y la idea, muy contemporánea, de que los principales impedimentos para la unión de los enamorados nacen en sus propias psiquis- la dirección del británico Nigel Cole ("Chicas de calendario") contiene cierta fineza, cierta calidez, cierto encanto que permite distinguir a esta cinta del descolorido paisaje en que habita su género.
Ello no es suficiente para liberarla del registro convencional al que está limitada, pero la dota de un tono, de un tempo y de una atmósfera leve y grácil que - sería una pacatería negarlo- es también material auténticamente cinematográfico. Tal como los ojos y la sonrisa de Amanda Peet brillan, y valen, por sobre el pálido trabajo de Ashton Kutcher, su coprotagonista.