Dakota Fanning y Tom Cruise esteralizan "La Guerra de los Mundos"
Primero fue la novela del gran H. G. Wells, luego el mítico radioteatro de Orson Welles que aterrorizó a más de un desprevenido, más tarde una película (la recordada transposición de Byron Haskin en 1953, hoy considerada un referente del cine de clase B) y después múltiples subproductos que incluyen desde una serie televisiva hasta una historieta: no hay dudas de que "Guerra de los mundos" es un clásico de la ciencia ficción más apocalíptica y paranoica, que ahora la taquillera dupla conformada por Steven Spielberg y Tom Cruise convierte en un espectáculo sobrecogedor a partir de un despliegue de efectos visuales, secuencias de acción y escenas de masas que permiten describir en toda su intensidad la invasión extraterrestre.
Lejos de la extravagancia y de las ambiciones metafísicas y existenciales de "A. I. Inteligencia artificial" o de "Minority Report: sentencia previa", "Guerra de los mundos" encuentra ahora a Spielberg mucho más cerca del cine catástrofe de "Día de la Independencia", "Armageddon" o "El día después de mañana" que de las reflexiones y las elaboraciones de los universos de un Brian Aldiss o de un Philip K. Dick. Las alegorías que ofrece este guión de Josh Friedman y David Koepp son tan elementales (léase la psicosis colectiva post 11 de septiembre) que cualquier análisis ideológico del film resultaría casi ridículo. Spielberg, en cambio, ofrece toda su maestría como narrador para demostrar por qué es el gran director comercial de la aclamada generación surgida en los años 70. Si en la comparación con "Guerra de los mundos" la reciente segunda trilogía de "Star Wars", concebida por su compañero de rutas George Lucas, queda como un producto artificial y sin alma, las apuntadas superproducciones de Michael Bay y Roland Emmerich terminan siendo meros festivales de efectos generados por computación y golpes de efecto propios del cine catástrofe sobre el inminente fin del mundo.
"Guerra de los mundos", como ocurre con toda la filmografía de Spielberg, "dialoga" muy bien con las otras películas del director. Aquí, estamos en presencia de una mirada triste, desesperanzada, del reverso perfecto de las sagas familiares que alguna vez propuso en "E.T., el extraterrestre" y en "Encuentros cercanos del tercer tipo". Los alienígenas ya no son comunicativos, no juegan con los niños ni vienen en son de paz: son seres fríos, superpoderosos e implacables que se proponen aniquilar a la raza humana a bordo de unos trípodes gigantes que surgen de las propias entrañas de la Tierra. El film comienza y finaliza con la voz en off de Morgan Freeman (imitando la entonación de Welles) leyendo fragmentos de la novela original con ciertas lógicas licencias (la acción transcurre en el siglo XXI y no en el XIX).
Luego hay muchas más referencias al film de Byron Haskin (incluido buena parte del diseño visual) que al libro original. Tom Cruise interpreta con su habitual empatía (y su creciente intensidad dramática) a un (anti) héroe bien construido: experto en el manejo de grandes grúas portuarias, Ray Ferrier es un exponente de la clase trabajadora de Nueva Jersey con escasas luces intelectuales. Divorciado, disociado de sus funciones paternas, deberá luchar contra la adversidad y cuidar durante un interminable fin de semana a su atribulado hijo adolescente (Justin Chatwin) y a su exigente hija de diez años (Dakota Fanning).
Entre un puñado de secuencias magistrales durante el éxodo en camioneta o a bordo de un ferry, "Guerra de los mundos" resulta uno de esos espectáculos que conmueven y dejan sin aliento al espectador. La resolución, abrupta y poco justificada puede provocar cierta perplejidad. Pero ni siquiera su pobre desenlace alcanzan a disminuir el impacto de una película que recupera varias de las mejores facetas de un artista que no sólo es el director más exitoso de la historia del cine, sino también, uno de los más talentosos.