21 julio 2005

CINE Y LITERATURA


Jhonny Deep se convierte en Willie Wonka Posted by Picasa

Sinceramente, prefiero el libro", dice un Francois Truffaut de aspecto juvenil, comparando su filme Jules & Jim con la novela que lo inspiró. En una vieja entrevista televisiva incluida en el reciente DVD de la película, Truffaut recuerda haber hallado la novela de 1953 de Henri-Pierre Roché en una librería de viejo. "Me entristeció pensar que lograba algo que el cine no podía lograr", señaló con respecto al libro. "En una película, si una mujer ama a dos hombres, uno es agradable y el otro, no.
"Truffaut hizo más que resolver cómo traducir la historia de una femme fatale cuyo amor iba y venía entre dos amigos: esta se convirtió en su obra maestra. Y Truffaut lo logró con tanto éxito que hoy es fácil preguntarse: ¿Jules & Jim era una novela?
Fue, y sigue siendo, una fascinante visión lírica de los tironeos opuestos del amor y la amistad. Y es una de las innumerables novelas que han sido opacadas por las películas basadas en ellas. Desde la nueva Guerra de los mundos y Charlie y la fábrica de chocolate hasta clásicos como El gatopardo y El conformista, estos filmes se basan en buenas y a veces extraordinarias obras de ficción que han sido devoradas por el cine.
Parte del problema es que las películas son tan notables que, después de llamar la atención sobre la novela, esta luego es desplazada. Pero últimamente, se han reeditado muchas de estos libros, que están listos para ser redescubiertos.
La novela de H. G. Wells de 1898 en que se basa Guerra de los mundos, de Steven Spielberg, ya había sido eclipsada con anterioridad. El caso más notable es el de la transmisión de radio de Orson Welles de 1938, y es fácil ver por qué. La historia de terror psicológico de Wells se convirtió en el modelo de todos los relatos de invasiones extraterrestres. Fue absorbida por la cultura del mismo modo que los personajes de Frankenstein de Mary Shelley y El extraño caso del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde de Robert Louis Stevenson son el arquetipo del monstruo en la cultura popular.
Al leer La guerra de los mundos, es sorprendente ver lo escalofriante que sigue siendo la historia original, y cuánto de ella sobrevive en la versión de Spielberg. En esta, el terror surge de los efectos más que del relato del narrador, y el protagonista sin hijos de Wells se convierte en un padre divorciado para que Tom Cruise pueda redimirse como papá. Pero la película es fiel a Wells hasta en el personaje desquiciado de Tim Robbins y en un final apresurado que debilita tanto al libro como al filme.
Algunas de las mejores películas de Spielberg están basadas en novelas excepcionales como La lista de Schindler, de Thomas Keneally y El Imperio del sol, de J.G. Ballard. Pero hay otras fuentes literarias que merecen ser olvidadas. El festejo del 30ø aniversario de Tiburón incluye reediciones de la novela de Peter Benchley. El filme todavía nos sobresalta, pero el libro pone de manifiesto cuánto razón tuvieron los realizadores en descartar partes del argumento.
Y hay algunas películas basadas en libros piden a gritos una remake. La versión con Johnny Depp de Charlie y la fábrica de chocolate fue tomada de la novela infantil de Roald Dahl. El libro no es desconocido, pero mucha gente se sorprende al saber que no se llama Willy Wonka and the Chocolate Factory como la película de 1971, cuyos números musicales al estilo viejo Holly wood son difíciles de digerir.
Tim Burton, director de la nueva versión, ha colaborado con Depp en películas deliciosamente extrañas como Ed Wood y El joven manos de tijera. Sus cáusticas personalidades quizá se adaptan mejor al libro de Dahl. El libro reeditado con motivo de la película contiene fotos de Depp con la cara blanca y labios artificialmente rosados, como si Willy Wonka estuviera hecho de caramelo. Afortunadamente, la edición también incluye los exuberantes dibujos de Quentin Blake, ahora tan asociados con las novelas de Dahl como las ilustraciones de Tenniel con los libros de Alicia de Lewis Carroll.
En todas partes se pueden encontrar novelas eclipsadas, pero los libros en otros idiomas son una fuente especialmente prolífica. El jardín de los Finzi-Contini (1970) de Vittorio de Sica, sobre una familia judía en la Italia fascista, de hecho enriquece los personajes de la novela de Giorgio Bassani. Pero el libro tiene el poder de atrapar a los lectores con los recuerdos del narrador sobre los muros del jardín detrás de los cuales la familia se refugiaba del mal que intentaba traspasarlos.
La gran novela de Alberto Moravia El conformista es un tipo diferente de ficción antifascista, en la que el punto de vista es el del fascista. El temor que siente el protagonista por su atracción hacia la violencia remite a su infancia y traspasa su justificación adulta para organizar un asesinato político. La novela sigue siendo una sorprendente inmersión en el autoengaño moral. Y la versión fílmica de increíble belleza visual de Bernardo Bertolucci, en la cual la imponente arquitectura fascista empequeñece a los seres moralmente perdidos que se pasean por ella, muestra que a veces las películas se pierden de manera inexplicable: el filme no se consigue ni en DVD ni en video en los EE.UU.
Al fin de cuentas, los libros y las películas no se excluyen unos a otros. Idealmente, se complementan de un modo tan perfecto como la extraordinaria novela de Giuseppe di Lampedusa, El gatopardo, y la suntuosa versión cinematográfica de Luchino Visconti de 1963. En ambas es fácil sumergirse en este relato del siglo XIX sobre una aristocracia en extinción en el momento de la unificación italiana. Burt Lancaster está magnífico como el príncipe que ve desaparecer su modo de vida, pero ni siquiera la elegante película de tres horas puede reflejar las peculiaridades y profundidades del personaje que Lampedusa creó en la novela.
Nadie entendió mejor que Truffaut el vínculo entre las novelas y las películas. Entre sus muchos filmes de base literaria se halla Fahrenheit 451, tomada de la obra de Ray Bradbury sobre una sociedad en la cual algunos queman libros y los miembros de la resistencia los memorizan para preservarlos. Memorizar parece un poco extremo, pero bien vale la pena recuperar estas novelas devoradas por el cine.