Brooke Smith, Rhada Mitchell y Chloe Sevigny
La esencia de la vida no es cómica, sino trágica, opina uno de los dramaturgos que, sentado a una sobremesa en un restaurante neoyorquino, divaga sobre la existencia. Una y otra vertiente, comedia y drama, confluyen con el vigor que Woody Allen no mostraba desde Crímenes y pecados, y que si Melinda y Melinda explora, habría de explotar aún más y mejor en Match Point, la nueva película que acaba de presentar en Cannes.
La buena noticia es que Woody volvió a encarrilarse, cuando todo parecía perdido tras comedias que no estaban a la altura de sus mejores tiempos."La tragedia confronta, la comedia, escapa", arguye otro autor en el restaurante, que ve en la historia que cuenta un tercero —una bella y conflictuada mujer que cae de improviso en una cena preparada por un matrimonio de artistas— lo esencial para relatar un drama. Todo lo contrario opina el otro, y Allen hace que la Melinda que ve el primero y la que ve el segundo (interpretadas por la misma actriz, Radha Mitchell) se parezcan y se separen, de acuerdo a las venas humorísticas o dramáticas que tenga cada amigo.
En la versión trágica, Melinda es vulnerable y pasional, una ex compañera de colegio de Laurel (Chloë Sevigny), casada con Lee, un actor desempleado (Jonny Lee Miller), que llega cuando recibían a Cassie (Brooke Smith), otra amiga de la secundaria. Melinda viene de un manicomio, perdió la custodia de sus hijos porque engañó a su marido cirujano y ha intentado el suicidio después de asesinar a su propio amante. "Ella es su peor enemigo", dice con acierto Lee.
En la visión de comedia, Melinda es vecina de otro matrimonio —Susan (Amanda Peet), que quiere ser cineasta y dirigir La sonata de la castración, y su marido Hubie (Will Ferrell), actor—, que golpea la puerta tras tomarse 24 pastillas para dormir. Para Allen, las relaciones de pareja han sido, son y serán eje de su discurso, el que fue variando de acuerdo a su propia intimidad. Hoy, como en Hannah y sus hermanas, parece sumido en la culpa —cuándo no— de la infidelidad. Y no es que el autor de Interiores no asuma una posición frente a los affaires amorosos de las dos Melindas, que trastocan la confianza de los matrimonios a los que llega para cambiarlos... generalmente para mal.
Con música de Duke Ellington o Brahms, Allen consigue en Will Ferrer algo así como su exégesis, algo que otros actores no habían conseguido. Si cuando Woody no está frente a las cámaras, siempre consigue que alguien interprete a su protagonista como lo haría él, Ferrer los supera. Hobie es el conflictuado perdidamente enamorado de Melinda, que ruega por disfrutar con ella y no herir a su esposa cuando ni siquiera Melinda sabe de sus deseos. Las líneas de diálogo o monólogos más cómicos salen de los labios del actor de Zoolander y Elf, pero el sarcasmo está repartido en varios. "Claro que nos comunicamos —dice Susan a Hobie—. ¿Podemos cambiar de tema?
"Radha Mitchell (la actriz australiana esposa de Johny Depp en Descubriendo el País de nunca Jamás) es el gran hallazgo de la película. Allen está confiando en actrices que podrían ser sus nietas (Scarlett Johansson) cuando antes lo hacía en contemporáneas. A la hora del drama, sus personajes siempre son lúcidos, como sus pensamientos.
Más cuando su Melinda trágica habla de lágrimas de dicha y tristeza "¿y no son las mismas?", dice que "perseguí mis sueños son reflexionar" o suspira que "Todos queremos enamorarnos y llevar una vida completa". Si la vida es trágica y por eso hay que tomarla como una comedia, Melinda y Melinda es el remedio para la felicidad. Ya era hora, Woody.