Hace unos años, seis, para ser precisos, una película se estrenaba con una lista de implícitas recomendaciones para ser mirada. A saber: por ninguna circunstancia se levante de su asiento durante la proyección; no baje ni despegue la vista de la pantalla; ni siquiera para buscar caramelos, chicles o palomitas de maíz, y, haga lo que haga, no exponga sus teorías sobre la trama durante la función. El film se llamaba Memento , recuerdos de un crimen y erala ópera prima del director británico Christopher Nolan. Y hasta aquellos espectadores que respetaban las instrucciones de uso no sabían exactamente qué habían visto al salir del cine.
Algunos decían que se trataba, al mismo tiempo, de un thriller y un juego de cajas chinas con un retazo del argumento metido en cada una de ellas, que se abría sin respeto alguno por la cronología que enseñan los manuales de escritura de guión. El resultado era fascinante. Y ahora Nolan lo hizo de nuevo. Seis años después de Memento, recuerdos de un crimen y convertido en el director de la renacida saga de Batman, el realizador volvió a dinamitar la estructura de un guión para luego juntar las piezas a su propio aire para obtener El gran truco.
"¿Estás mirando atentamente?", pregunta uno de los personajes principales a un público al que intenta fascinar o engañar, depende de cómo se interprete el trabajo que hacen los magos cuando se suben al escenario. La pregunta bien podría estar dirigida a los espectadores de la película, que fue concebida con la misma estructura que tienen los trucos de magia según los protagonistas. "Todos los grandes trucos de magia consisten en tres actos: el primero se llama la promesa. Allí, el mago te muestra algo común y corriente pero, por supuesto, probablemente no lo sea", dice Cutter, el ingeniero que interpreta Michael Caine, el encargado de lidiar con dos jóvenes ilusionistas empeñados en ser el mejor de su tiempo.
En el acto de apertura de la película truco se mostrará entonces cómo comenzó y cómo terminó esa rivalidad. Y, como corresponde, nada será lo que parece. Pero eso vendrá después, cuando llegue el segundo acto: el cambio, donde lo común se vuelve extraordinario y el público se rasca la cabeza tratando de adivinar qué fue lo que vio. "Nos llevó mucho tiempo convencer al estudio de hacer esta película, porque hasta ese momento nadie había hecho films con la magia como tema central y, a pesar de que les explicamos que acá lo mágico es apenas parte de la narrativa, fue complicado", dice Nolan, e intencionalmente o no, remite al El ilusionista, la otra película sobre magos.
Es que, de no haber films con esta temática, se estrenaron dos con un par de meses de diferencia. En ambas películas los protagonistas son magos de profesión y vocación, y las dos ocurren en los comienzos del siglo XX, cuando el público encontraba la magia tan fascinante como aterradora. Pero las similitudes terminan allí. Porque si El ilusionista es básicamente una historia de amor, El gran truco es una historia de obsesión y rivalidad entre dos hombres que, por momentos, parecen las caras de una misma moneda.
Abracadabra
"Hay algo escalofriante y muy extraño en la relación de estos dos tipos", explica Jonathan Nolan, hermano del director y su guionista desde la época de Memento. Estos dos tipos son Robert Angier, interpretado por el australiano Hugh Jackman ( X-Men: la batalla final ) y Alfred Borden, que está a cargo del galés Christian Bale, más conocido como Bruce Wayne o Batman, el primer personaje en el que lo dirigió Nolan. Ellos, Angier y Borden, se conocen como aprendices de mago y ambos ocultan orígenes muy distintos por razones bien diferentes. Y aunque comparten la ambición de ser el mejor ilusionista del Londres de principios del siglo XX, tienen estilos completamente diferentes.
Uno, Angier, es el hombre sofisticado que disfruta de la "venta" de su truco y del aplauso del público mientras que Borden parece siempre al borde de un ataque de ira y nada le gusta más que crear esas ilusiones, pero no en beneficio de la audiencia, sino en el de su propia arrogancia. "En esa época, los magos eran tan famosos como las estrellas de rock. Competían entre sí y sentían que debían superarse a sí mismos y a los demás todo el tiempo. Estos dos personajes llevan esa carrera demasiado lejos, a lugares demasiado oscuros", cuenta Jackman, sin dar demasiados detalles de una trama que cambiará de punto de vista tan rápido como se mueven las manos de los verdaderos magos.
Adaptado de una novela que el director leyó antes de convertirse en uno de los más buscados de Hollywood, este guión está lleno de pistas, de vueltas de tuerca que exigen tanta atención como la que muchos dedican a descubrir cómo funcionan los trucos de magia. "Cuando terminé de leer el guión, inmediatamente volví a leerlo, pero esta vez con toda la información nueva que tenía. Es atrapante", comenta escueto Bale, al que le faltan unos meses para volver a calzarse el disfraz del hombre murciélago.
Adaptado de una novela que el director leyó antes de convertirse en uno de los más buscados de Hollywood, este guión está lleno de pistas, de vueltas de tuerca que exigen tanta atención como la que muchos dedican a descubrir cómo funcionan los trucos de magia. "Cuando terminé de leer el guión, inmediatamente volví a leerlo, pero esta vez con toda la información nueva que tenía. Es atrapante", comenta escueto Bale, al que le faltan unos meses para volver a calzarse el disfraz del hombre murciélago.
La segunda entrega del nuevo Batman volverá a ser protagonizada por él y dirigida por Nolan. Ni los protagonistas ni el director ponen énfasis en los trucos que se ven en la pantalla. No es eso lo que importa, dicen, sino mostrar la lucha de estos dos seres tan complejos insertos en un guión plagado de ilusiones narrativas: puertas trampa, armarios con doble fondo y humo, y espejos que ocultan al espectador la próxima curva dramática. Pero alguien en el rodaje estaba verdaderamente interesado en cómo es eso de cortar a una mujer por la mitad.
Sir Michael Caine es un aficionado a la magia, y su interés no nació ayer. En contacto con la ilusión "Siempre me fascinaron estas cosas y tuve una fuente de información muy cercana. Cy Endfield, el director de la película Zulu que hice en 1964, era un mago experto. Muchos de los trucos de cartas que se utilizan hoy en día los inventó él. Era muy amigo mío, pero nunca me contó nada. Es más: hoy veo que algunos magos cuentan sus secretos por televisión, pero yo cambio el canal porque en realidad no quiero saber", dice Caine. Este hombre que lleva más de cuarenta años haciendo cine encuentra más de un punto de contacto entre su profesión y la de los que siempre llevan un as escondido bajo la manga. Y no tarda en mencionar a Georges Méliès, pionero del séptimo arte, que era un reconocido ilusionista cuando realizó Viaje a la Luna, una de las primeras películas de la historia del cine.
"Cuando Nolan hizo Batman inicia volvió a esas bases. Si mirás esa película, te das cuenta de que cada vez que Batman anda por los techos se mueve con un cable; la ingeniería del truco, como usaban los viejos magos, está ahí", dice el hombre que allí era Alfred y aquí es Cutter. Dos personajes que comparten más que su cara. "Creo que en estos dos films estoy ahí para aportar algo de humanidad a esos ambientes llenos de personajes extraños. Porque mi reacción es la misma que la de la audiencia. Hay dos estilos de actuación: existe el actor que todo el tiempo erige a su alrededor una foto, una imagen, y la muestra como diciendo: «Este soy yo. Ahora hago del lindo». Y luego está mi estilo. Yo levanto un espejo y digo: «Este sos vos»", concluye Caine. Y sin embargo, a punto de irse, parece acordarse de algo y, casi de pasada, aporta el cierre de la nota, el último acto del truco, eso que en la película llaman el prestigio. "En El gran truco ves a estos dos chiflados armando los trucos, peleándose, buscando destruirse y de lo que no te das cuenta es de que hay otro mago haciéndote entrar, caer, y ése es Christopher Nolan. Y sólo al final te das cuenta de que todo el film es un gran truco de magia."