La escritora y directora norteamericana Nancy Meyers había apuntado en Alguien tiene que Ceder (2003) el renacimiento de la gran comedia romántica de siempre, esa que con una pizca de drama generacional y un toque de comedia de altura reanimara el género y lo colocara en el lugar donde lo habían dejado, por ejemplo, Tom Hanks y Meg Ryan en Sleepless in Seattle (Nora Ephron, 1993).
Con The holiday,Meyers confirma su buena mano gracias a una película primorosamente escrita alrededor de asuntos tan intemporales como el dolor por el amor no correspondido, la dificultad para encontrar la ternura y la soledad del soltero en momentos puntualmente importantes.
Con unos diálogos muy creíbles, un exquisito gusto por la réplica afilada y hasta trascendente, y una realización muy elegante, la directora ambienta su historia en una época tan cinéfila como la Navidad. Fecha que a menudo da pie a bobaliconas películas familiares, pero que también envuelve algunas de las historias más amadas de siempre. Un amor por el cine que pregona de forma explícita el precioso personaje del anciano guionista durante su discurso de agradecimiento en su homenaje, y que evidentemente también profesa su autora.
Puede que algunos la acusen de cursi basándose en unos cuantos elementos que, en verdad, podrían haberla dulcificado (la condición del personaje de Jude Law), pero Meyers nunca tira del hilo más de lo debido. The holiday tiene algunas de las virtudes del mejor cine de siempre: humanidad, ternura, sonrisas, lágrimas, optimismo, clase y unas magníficas interpretaciones