
Casos —y muertes— como los de Elisabeth debe haber habido muchos en Hollywood. Y a Brian De Palma, director acostumbrado a trabajar en los márgenes del verosímil, más interesado en una "realidad cinematográfica" que en "historias de vida", no le interesaba hacer una biografía de la chica. Sí le fascinaba —y la novela de James Ellroy, La Dalia Negra, en la que se basa así lo propone— el medio, la época y las perversas y cinéfilas formas dramáticas que la historia proponía.

De Palma pasa del "pulp fiction" inicial a un triángulo modélico de cine negro para terminar en una verdadera "casa embrujada", haciendo casi un repaso de los distintos registros genéricos que lo obsesionan. Pero si algo unifica a esos cambios es la mirada del director de Doble de cuerpo y Vestida para matar (los dos filmes, junto con Blow Out, a los que La Dalia... más se acerca), mirada cargada de curiosidad al borde del morbo, plagada de su ya clásico voyeurismo (la voz del director de casting que le hace pruebas de cámara a Short es suya) y de su pasión por los oscuros vericuetos del thriller.

De Palma y Ellroy resuelven un caso que no fue resuelto. Pero saber quién mató a La Dalia, no nos tranquiliza. La cuestión es la búsqueda, sumergirse en esos submundos implausibles pero fascinantes y salir de allí, maltrecho, habiendo sido testigo de más cosas que las que un hombre debería ver. El morbo atrae, arruina, mata. Y, al final, la oscuridad siempre triunfa, aunque sea despertándonos a la noche como una pesadilla infernal, por más que afuera brille el sol, a nuestro lado duerma una blonda princesa y, por la ventana, las verjas blancas delimiten, sin demasiado entusiasmo, el lugar del Bien y el lugar del Mal.