Jennifer Connelly esta estupenda en Dark Water
Para todo aquel que haya visto la versión original de Agua turbia (dirigida por el japonés Hideo Nakata, el mismo de La llamada) resultaba extraña la elección de Walter Salles para dirigir la versión hollywoodense de la historia. Pero tras ver la manera en la que el brasileño adaptó el filme japonés se entiende que la decisión, si bien es comercialmente arriesgada, depara sus frutos en el terreno artístico.
Las remakes de filmes de terror japonés se han vuelto un cliché. Y si incluyen niños fantasmagóricos, pasillos oscuros y pozos ciegos, aún más. A la hora del traspaso, los norteamericanos optan por engordar el producto. Lo que en el cine japonés es sutileza, ambigüedad y silencio, en las remakes son explicaciones, explosiones y sustos. Pero Salles opera en dirección opuesta: se podría decir que Agua turbia es una película más chica, más interior y menos fantástica que la original.
Salles no es un cineasta de género (lo cual hace que la película pierda puntos frente a la original a la hora de generar sustos), pero sí es un director que sabe trabajar sobre las relaciones familiares (especialmente las de padres e hijos). Y Agua turbia es, más que ninguna otra cosa, una película sobre el abandono, la responsabilidad familiar y el cuidado de los chicos. Salles no hizo una película de terror: hizo un drama, hecho y derecho, con algunos elementos fantásticos.
Hay tres historias en el filme. Una que transcurrió en el pasado cuando Dahlia (Jennifer Connelly) era chica y su madre la ignoraba. La otra, la principal, tiene que ver con Dahlia y su hija, Ceci, que se mudan a un destartalado departamento en un monoblock ubicado en Roosevelt Island, frente a Manhattan pero a años luz en términos de glamour. La mudanza se produce por el divorcio de Dahlia y su marido.La tercera historia, la fantástica, tiene que ver con algo que sucedió en el departamento de arriba del que ocupan Dahlia y Ceci. El filme, de a poco, nos va haciendo saber de que algo raro pasa (o pasó) arriba a través del "agua oscura" del título: una mancha de humedad en el techo de la casa de Dahlia que se va haciendo cada vez más grande y tenebrosa. Para complicar más las cosas, llueve todo el tiempo, y encima Ceci empieza a tener conversaciones con una "amiga imaginaria", algo que tiene que ver con lo que pasó arriba, pero que habla claramente de cómo repercute en ella el divorcio.
Más cómodo en el terreno del drama familiar que en el de las apariciones, sustos y otras yerbas, Salles elige un estilo realista para su filme, más cerca de El bebé de Rosemary que el del asalto directo a los sentidos del espectador. Connelly (en otra gran actuación) comanda el relato: es a través de ella que se ven las frustraciones, miedos y responsabilidades que vienen con la maternidad y se complican con la separación. Un elenco de buenos actores en roles secundarios (John C. Reilly, Tim Roth, Pete Postlethwaite) hacen aún más fuerte la idea de soledad y abandono que atraviesa a todos.La película japonesa es una obra maestra, una de las mejores películas de terror de la última década. Sin llegar a su nivel y prefiriendo recurrir más a las lecciones de Bergman que a las de Hitchcock, Salles sale más que airoso de su debut en Hollywood. ¿Repetirá?.