Si bien hay un cuidado tan propio de la corrección política (y también del marketing) a la hora de repartir los personajes entre exponentes de diversas clases sociales y orígenes, esta Fama versión 2009 -más allá de retratar las inseguridades de todo aspirante a artista o de describir a grandes rasgos algunos choques de los muchachos con padres que no los comprenden- no aborda ninguno de los problemas reales que hoy afectan a la escuela secundaria en todas partes del mundo: problemas de aprendizaje, falta de oportunidades, explosiones de violencia, rivalidades, consumo de drogas y un largo etcétera.
Como en la original, hay un intento de suicidio, algún enfrentamiento de clase (una rubia de clase alta que abandona a su novio latino cuando consigue un contrato para una compañía de danza profesional), cierta historia con elementos sórdidos que tiene como protagonista a un agobiado rapero afroamericano de vida traumática, pero queda muy claro que esta nueva Fama es algo así como una versión "pasteurizada", desprovista de todo conflicto más o menos inquietante, cuya prioridad pasa por mostrar el talento para la música, el baile, la actuación y el cine de los jóvenes artistas.
Y aquí tampoco la cosa funciona del todo bien: más allá de la energía desbordante, del colorido y del vértigo de los números musicales, el resultado es demasiado grandilocuente y artificial, con un montaje taquicárdico propio del (viejo) videoclip que no ayuda al disfrute en toda su dimensión.
La edición final deja la sensación de que hubo muchas escenas filmadas y que luego fueron cortadas, ya que por momentos la narración no fluye y varias subtramas quedan desdibujadas o se resuelven de manera apurada o parcial.