¿Qué es Batman? ¿Un justiciero, un vengador, un parapolicial? ¿Una fantasía que permite dar rienda suelta a ciertas necesidades personales y sociales para luego detenerse en el momento justo donde los límites éticos empiezan a desmoronarse? Y, más allá de eso: ¿Para qué sirve "un Batman"? ¿Le hace bien a Ciudad Gótica?
En este impactante tren bala de película que es El Caballero de la noche, Chris Nolan crea el mejor tipo de comic book movie (no se la puede llamar "película de superhéroe", ya que Batman no tiene ningún poder): uno que puede unir el crudo realismo del policial negro con el mejor cine de acción y a eso sumarle la fantasía de tipos disfrazados como para un carnaval carioca. El filme es un thriller a lo Michael Mann, una de acción de Hong Kong, una de gángsters de Scorsese y, bueno, una gran película de Batman. ¿Se le puede pedir más?
Uno podría optar por el romanticismo poético de Tim Burton o tal vez se sienta más cómodo con la fantasía pop de El Hombre Araña o la ironía adulta de Iron Man. Pero, en manos de Nolan, un hombre que desde Memento a esta parte se caracterizó por brindarle grandes dosis de realismo a intrincados guiones de relojería, a Batman se lo ve cómodo. Como en Insomnia o El gran truco, éste es un filme sobre un antihéroe duro, potente y eficiente, que siempre coquetea con la venganza, tironeado por una fuerte obsesión amorosa y rivalizando con alguien que parece poder superarlo en inteligencia, audacia y ambigüedad moral.
La diferencia de los héroes y de los villanos de Nolan es que los últimos se atreven a cruzar una línea que frena a los primeros, pero que los tienta. Si dicen que cuánto mejor es el villano mejor es la película, aquí Batman tiene un enemigo de antología. Sí, es el viejo y querido Guasón, pero nada que ver con el desaforado payaso que hizo Jack Nicholson en Batman. Aquí, en una actuación póstuma y consagratoria de Heath Ledger (la mejor de su corta carrera, lejos), El Guasón es un terrorista sin más pulsión que la de causar caos, de ver hasta dónde Batman y los suyos ("los buenos") pueden mantenerse en el lado correcto de la raya y no tornarse vigilantes, asesinos o volverse contra sí mismos.
La anécdota que cuenta el filme es larga -dos horas y media que pasan volando- y por momentos Nolan pierde el hilo por la cantidad de importantes actores en roles secundarios que quieren sus quince minutos de glamour (el mejor es Jim Gordon, el policía "a la antigua" que encarna Gary Oldman).
Pero de las subtramas que desvían la atención del enfrentamiento entre Batman (un Christian Bale nada vanidoso, siempre en función de sus roles) y El Guasón, la mejor desarrollada es la que involucra a Harvey Dent (el fiscal del Distrito, papel ideal para Aaron Eckhart) y a Rachel (Maggie Gyllenhaal, ex novia de Bruce Wayne, hoy pareja de Dent). Ellos dos completan el cuarteto en conflicto: Dent como el hombre justo que en cierto momento se verá a tentado a cruzar la barrera, y Rachel, como la mujer que no se sabe con qué "lado de la moneda" quedarse.
Nolan corrige aquí un error de Batman inicia y gracias a eso esta película crece: se acabaron los psicologismos de manual. Los traumas de Batman ya los sabemos y los del Guasón, bueno, descubran viendo la película lo que hace con ellos. El hombre es la Encarnación del Caos (y es difícil no pensar en la suerte de Ledger cuando se lo escucha hablar sobre un mundo en el que nada tiene sentido ni lógica) y Batman es el cowboy que opera en las sombras y se hace cargo aún de lo que no le corresponde para que Ciudad Gótica pueda funcionar en aparente armonía. ¿Podrá? ¿No será El Guasón un enemigo demasiado poderoso?
El caballero... tiene algo de humor y no se excede en "pomposidad" como la anterior. Pero es igualmente oscura, temáticamente densa y hasta por momentos algo cruenta (no es para chicos chicos). Como metáforas aplicables al conflicto pueden elegir la que quieran: Guantánamo, Bin Laden, Abu Ghraib, etc... Todas sirven. Es que El caballero... es un filme sobre límites y barreras, sobre la tentación de dejarse dominar por el caos, sobre intentar encontrar un orden donde podría no haberlo. Un filme sobre frenar, sobre dejarse llevar, sobre vivir... y dejar morir.
En este impactante tren bala de película que es El Caballero de la noche, Chris Nolan crea el mejor tipo de comic book movie (no se la puede llamar "película de superhéroe", ya que Batman no tiene ningún poder): uno que puede unir el crudo realismo del policial negro con el mejor cine de acción y a eso sumarle la fantasía de tipos disfrazados como para un carnaval carioca. El filme es un thriller a lo Michael Mann, una de acción de Hong Kong, una de gángsters de Scorsese y, bueno, una gran película de Batman. ¿Se le puede pedir más?
Uno podría optar por el romanticismo poético de Tim Burton o tal vez se sienta más cómodo con la fantasía pop de El Hombre Araña o la ironía adulta de Iron Man. Pero, en manos de Nolan, un hombre que desde Memento a esta parte se caracterizó por brindarle grandes dosis de realismo a intrincados guiones de relojería, a Batman se lo ve cómodo. Como en Insomnia o El gran truco, éste es un filme sobre un antihéroe duro, potente y eficiente, que siempre coquetea con la venganza, tironeado por una fuerte obsesión amorosa y rivalizando con alguien que parece poder superarlo en inteligencia, audacia y ambigüedad moral.
La diferencia de los héroes y de los villanos de Nolan es que los últimos se atreven a cruzar una línea que frena a los primeros, pero que los tienta. Si dicen que cuánto mejor es el villano mejor es la película, aquí Batman tiene un enemigo de antología. Sí, es el viejo y querido Guasón, pero nada que ver con el desaforado payaso que hizo Jack Nicholson en Batman. Aquí, en una actuación póstuma y consagratoria de Heath Ledger (la mejor de su corta carrera, lejos), El Guasón es un terrorista sin más pulsión que la de causar caos, de ver hasta dónde Batman y los suyos ("los buenos") pueden mantenerse en el lado correcto de la raya y no tornarse vigilantes, asesinos o volverse contra sí mismos.
La anécdota que cuenta el filme es larga -dos horas y media que pasan volando- y por momentos Nolan pierde el hilo por la cantidad de importantes actores en roles secundarios que quieren sus quince minutos de glamour (el mejor es Jim Gordon, el policía "a la antigua" que encarna Gary Oldman).
Pero de las subtramas que desvían la atención del enfrentamiento entre Batman (un Christian Bale nada vanidoso, siempre en función de sus roles) y El Guasón, la mejor desarrollada es la que involucra a Harvey Dent (el fiscal del Distrito, papel ideal para Aaron Eckhart) y a Rachel (Maggie Gyllenhaal, ex novia de Bruce Wayne, hoy pareja de Dent). Ellos dos completan el cuarteto en conflicto: Dent como el hombre justo que en cierto momento se verá a tentado a cruzar la barrera, y Rachel, como la mujer que no se sabe con qué "lado de la moneda" quedarse.
Nolan corrige aquí un error de Batman inicia y gracias a eso esta película crece: se acabaron los psicologismos de manual. Los traumas de Batman ya los sabemos y los del Guasón, bueno, descubran viendo la película lo que hace con ellos. El hombre es la Encarnación del Caos (y es difícil no pensar en la suerte de Ledger cuando se lo escucha hablar sobre un mundo en el que nada tiene sentido ni lógica) y Batman es el cowboy que opera en las sombras y se hace cargo aún de lo que no le corresponde para que Ciudad Gótica pueda funcionar en aparente armonía. ¿Podrá? ¿No será El Guasón un enemigo demasiado poderoso?
El caballero... tiene algo de humor y no se excede en "pomposidad" como la anterior. Pero es igualmente oscura, temáticamente densa y hasta por momentos algo cruenta (no es para chicos chicos). Como metáforas aplicables al conflicto pueden elegir la que quieran: Guantánamo, Bin Laden, Abu Ghraib, etc... Todas sirven. Es que El caballero... es un filme sobre límites y barreras, sobre la tentación de dejarse dominar por el caos, sobre intentar encontrar un orden donde podría no haberlo. Un filme sobre frenar, sobre dejarse llevar, sobre vivir... y dejar morir.