Es muy probable que los 5.829 miembros de la Academia de Hollywood habilitados para votar no se hayan detenido en pensar la nacionalidad de a quienes iban a elegir ganadores. Pero la supremacía europea fue notoria en la 80ø entrega de los Oscar, anteanoche, en una ceremonia que, como viene ocurriendo desde hace años, luce cada vez más deslucida y menos atrapante.
En los años '70 Hollywood posó su mirada en Europa para copiar su estilo de narración y capturar los dramas más intimistas. Y algo cambió. Por de pronto, en los rubros de interpretación no ganó ninguno de los 13 estadounidenses que estaban nominados, y sí cuatro europeos: los ingleses Daniel Day-Lewis y Tilda Swinton (actor protagónico y actriz de reparto, por Petróleo sangriento y Michael Clayton, respectivamente), la francesa Marion Cotillard y el español Javier Bardem (por La vie en rose y Sin lugar para los débiles). Pero la lista de ganadores del Viejo continente prosiguió con los italianos Dario Marianelli (música), Dante Ferretti y Francesca Lo Schiavo (dirección de arte), la británica Alexandra Byrne (vestuario), los franceses a cargo del maquillaje de La vie en rose, y hasta los realizadores europeos de un corto ganador demostraron que no siempre Hollywood se mira al ombligo a la hora de premiar.
También fue un año en que muchos primerizos en esto de las nominaciones se fueron a casa -o al hotel en Beverly Hills, antes de cruzar el Atlántico- con una sonrisa. Las mencionadas Marion Cotillard y Tilda Swinton; Diablo Cody, por el guión de La joven vida de Juno; el italiano Dario Marionelli, por la música de Expiación, deseo y pecado; Didier Lavergne y Jan Archibald, por el maquillaje de La vie en rose. Y hubo filmes perdedores, que no se llevaron nada por lo que estaban nominados.
Pero los hermanos Coen, con Sin lugar para los débiles, fueron los grandes ganadores de la noche, y se sumaron a un trío de elegidos (Francis Ford Coppola, por El Padrino II, James Cameron por Titanic y Billy Wilder por Piso de soltero, únicos privilegiados en ganar tres premios personales en una misma ceremonia.
Con los premios puestos es fácil dilucidar qué quisieron hacer los académicos al votar como lo hicieron, y decir que los ganadores marcan tendencia. Tras el triunfo de Martin Scorsese en febrero de 2007 con Los infiltrados y ahora los Coen con Sin lugar para los débiles, podría imaginarse que el thriller y/o el cine negro se instalaron para quedarse en Hollywood.
Pero también es cierto que Scorsese merecía su premio muchos años antes -por Toro salvaje, por Buenos muchachos, netamente superiores a Los infiltrados- y los Coen -recordar Fargo Barton Fink-, también. ¿Qué pasó con el cine de autor? Porque El Padrino I y II pueden disfrutarse como dramas, pero también tienen su columna de thriller. Y a los nuevos filmes de Scorsese y los Coen parece faltarles algo para ser considerados clásicos de clásicos.
En otros rubros, en términos generales pasó lo que se presumía: los académicos repartieron estatuillas como si se hubiesen puesto de acuerdo todos los miembros: las nominadas a mejor película se llevaron algo. Al filme más independiente y original (La joven vida de Juno) le tocó el guión precisamente original; a la europea Expiación, deseo y pecado, un premio artístico (la música); a Petróleo sangriento, el mejor actor y la fotografía; y a Michael Clayton, la actriz de reparto.
Tal vez lo más entretenido para muchos haya sido la alfombra roja, pero dentro del Kodak Theatre quedó claro que en Hollywood hay una sangre nueva que se va abriendo paso. Habrá que ver cómo esa inmigración europea es fagocitada -o no- por la Meca del cine.
En los años '70 Hollywood posó su mirada en Europa para copiar su estilo de narración y capturar los dramas más intimistas. Y algo cambió. Por de pronto, en los rubros de interpretación no ganó ninguno de los 13 estadounidenses que estaban nominados, y sí cuatro europeos: los ingleses Daniel Day-Lewis y Tilda Swinton (actor protagónico y actriz de reparto, por Petróleo sangriento y Michael Clayton, respectivamente), la francesa Marion Cotillard y el español Javier Bardem (por La vie en rose y Sin lugar para los débiles). Pero la lista de ganadores del Viejo continente prosiguió con los italianos Dario Marianelli (música), Dante Ferretti y Francesca Lo Schiavo (dirección de arte), la británica Alexandra Byrne (vestuario), los franceses a cargo del maquillaje de La vie en rose, y hasta los realizadores europeos de un corto ganador demostraron que no siempre Hollywood se mira al ombligo a la hora de premiar.
También fue un año en que muchos primerizos en esto de las nominaciones se fueron a casa -o al hotel en Beverly Hills, antes de cruzar el Atlántico- con una sonrisa. Las mencionadas Marion Cotillard y Tilda Swinton; Diablo Cody, por el guión de La joven vida de Juno; el italiano Dario Marionelli, por la música de Expiación, deseo y pecado; Didier Lavergne y Jan Archibald, por el maquillaje de La vie en rose. Y hubo filmes perdedores, que no se llevaron nada por lo que estaban nominados.
Pero los hermanos Coen, con Sin lugar para los débiles, fueron los grandes ganadores de la noche, y se sumaron a un trío de elegidos (Francis Ford Coppola, por El Padrino II, James Cameron por Titanic y Billy Wilder por Piso de soltero, únicos privilegiados en ganar tres premios personales en una misma ceremonia.
Con los premios puestos es fácil dilucidar qué quisieron hacer los académicos al votar como lo hicieron, y decir que los ganadores marcan tendencia. Tras el triunfo de Martin Scorsese en febrero de 2007 con Los infiltrados y ahora los Coen con Sin lugar para los débiles, podría imaginarse que el thriller y/o el cine negro se instalaron para quedarse en Hollywood.
Pero también es cierto que Scorsese merecía su premio muchos años antes -por Toro salvaje, por Buenos muchachos, netamente superiores a Los infiltrados- y los Coen -recordar Fargo Barton Fink-, también. ¿Qué pasó con el cine de autor? Porque El Padrino I y II pueden disfrutarse como dramas, pero también tienen su columna de thriller. Y a los nuevos filmes de Scorsese y los Coen parece faltarles algo para ser considerados clásicos de clásicos.
En otros rubros, en términos generales pasó lo que se presumía: los académicos repartieron estatuillas como si se hubiesen puesto de acuerdo todos los miembros: las nominadas a mejor película se llevaron algo. Al filme más independiente y original (La joven vida de Juno) le tocó el guión precisamente original; a la europea Expiación, deseo y pecado, un premio artístico (la música); a Petróleo sangriento, el mejor actor y la fotografía; y a Michael Clayton, la actriz de reparto.
Tal vez lo más entretenido para muchos haya sido la alfombra roja, pero dentro del Kodak Theatre quedó claro que en Hollywood hay una sangre nueva que se va abriendo paso. Habrá que ver cómo esa inmigración europea es fagocitada -o no- por la Meca del cine.