Nadie quiere hablar del cuerpo de Keira Knightley. Ni la tropa de asistentes y peluqueros que pululan a su alrededor. Tampoco los celosos relacionadores públicos. Y menos todavía los sumisos periodistas que hacen fila para conversar con ella sobre su nueva película, "Expiación, deseo y pecado".
Una apuesta segura para el Oscar que ya ostenta siete nominaciones a los Globos de Oro. Incluido, cómo no, el rol de mejor actriz. Todos los medios influyentes han destacado la gran interpretación de la actriz de 22 años en "Expiación, deseo y pecado", aunque no todo ha sido tan agradable: ella se ha pasado el último año batallando contra la obsesión mundial por su delgado cuerpo. De hecho, Keira demandó exitosamente a un periódico británico que dijo que era anoréxica. Y un decreto ha nacido de parte de sus representantes: nadie, absolutamente nadie, debe mencionar el cuerpo de Knightley.
Nadie, a excepción de la propia Knightley.
"O sea, soy una actriz y el cuerpo es una herramienta, después de todo", dice, mientras se esparce en un sofá. "Es todo lo que tengo. Tengo las ideas que están en mi cabeza, mi cara y mi voz y después mi cuerpo, y eso es todo. Y comercio con ello, por supuesto que lo hago".
Knightley entra a la habitación como una ligera gacela, da un apretón de manos como si fuera un soldador y su delicada mini negra revela dos firmes piernas que serían el orgullo de un atleta. Se ríe fácilmente, es ingeniosa, fabulosamente mal hablada y lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que en "Expiación, deseo y pecado", dirigida por Joe Wright, su cuerpo es toda la cuestión.
La película es una precisa adaptación del best seller de Ian McEwan ambientada en la Segunda Guerra Mundial. Los responsables de "Expiación, deseo y pecado" son el mismo equipo que antes realizó la cinta de 2005, "Orgullo y prejuicio" (de Joe Wright), también una adaptación literaria (de Jane Austen) y también con Keira en el papel principal. Ahora Keira hace de Cecilia Tallis, una joven de la alta sociedad enamorada del hijo de la criada, Robbie Turner (James McAvoy). Todo se complica cuando la hermana menor de Cecilia acusa a Robbie de un crimen del que es inocente.
Una chica insegura. Hay una escena crucial al inicio de la cinta, en donde el personaje de Knightley emerge de un estanque en un vestido transparente y empapado y se para temerosamente frente a Robbie. La escena no ruboriza a Knightley. "Hay muchas actrices, y ciertamente muchas actrices norteamericanas, que no hubieran hecho ese papel por esa razón", dice ella.
También dice que, aún cuando ha hecho un giro hacia papeles más maduros desde que fue nominada al Oscar por "Orgullo y prejuicio", y el éxito de "Piratas del Caribe", sigue teniendo inseguridades profesionales. "Pareciera que tengo algo en mí que me lleva a leer absolutamente todas las malas críticas que me han dado", explica. "Si estoy sentada en la peluquería, pesco la única revista que dice cosas horribles de mí. Lo que por una parte es increíblemente difícil, pero por otra hace que me diga, constantemente, '¡hazlo mejor, hazlo mejor, hazlo mejor!".
Ésta es Knightley: un curioso cóctel de autosabotaje y negatividad, mezclado con confianza en sí misma. Cuenta casi orgullosamente que el director John Maybury, quien la dirigió en el thriller sicológico "The jacket" (2006), le había dado la bienvenida diciéndole: "Está todo el mundo hablando de ti. No estoy seguro de creer todo lo que dicen, y yo no creo que puedas actuar". Hoy dice que esas palabras todavía la persiguen porque sus actuaciones desde entonces no han sido "exactamente perfectas". Y, sin embargo, descansa en que incluso su experimentado coprotagonista de "Orgullo y prejuicio", Donald Sutherland, también era inseguro. "Si un actor de ese tamaño dice que no está a gusto con sus habilidades, qué derecho tiene alguien de 22 años de sentarse acá y decir, me siento muy bien conmigo misma. A la mierda con eso".
Actuar está en su sangre. Su madre, la dramaturga escocesa Sharman Macdonald, estaba, en 1984, extremadamente apretada con el dinero y decidió que no podía concebir a su segunda hija, hasta que lograra vender una obra de teatro.
- ¿Y entonces cuál es la obra a la que debemos agradecer por tu existencia?
"No hay necesidad de decirlo en ese tono tan sarcástico. Se llamaba 'Cuando era niña solía chillar y gritar"'.
Knightley creció en Richmond, al oeste de Londres, rodeada por la vida creativa de su madre y su padre, el actor de teatro Will Knightley. Tuvo un agente desde los 3 años y consiguió apariciones en series de televisión desde los ocho. Dice que, sí, no tuvo una vida "normal". "Pero, si quieres hacer carrera en la actuación, tienes que tomar las oportunidades cuando las ofrecen, que es lo que yo hice. Me hubiera arrepentido mucho más si no hubiera dicho que sí a varias cosas".
Sin pudores. El papel que la lanzó a la fama fue el de una futbolista en "Bend it like Beckham" (2002), aunque se hizo popular en 1999 por ser una de las cortesanas de la princesa Amidala (Natalie Portman) en "La amenaza fantasma". Pero sin duda su gran salto fue con "Piratas del Caribe". El resto es un cataclismo de histeria mediática que incluye portadas de "Vanity Fair", listas de las mejores vestidas, premios de actrices más deseadas, novios estilosos, fotos de paparazzis y la infame aparición en un estreno de "Piratas del Caribe" con un vestido Gucci color bronce que, aunque no la hacía ver exactamente anoréxica, sí la hacía ver lo suficientemente agotada como para que la prensa mundial la rodeara con un vicioso círculo de compasión y preocupación.
Lo que nos devuelve inevitablemente a su cuerpo. Hay asuntos de su imagen que son pertinentes de abordar. "Oh, no puedo esperar a ver cómo vas a conectar esas cosas", dice con una risa imperiosa.
En "Expiación" está esa escena del estanque. Y la película se sostiene en esa escena. Entonces, ¿cómo hace ella para concentrarse en otra cosa que no sea su cuerpo? "La respuesta es ¡no debo sacarme la ropa! Pero si no lo hago hay toda un área de mi trabajo que no podría explorar. Si no hiciera esa escena, mi vida sería mucho más fácil. Pero no puedo no hacer mi trabajo porque alguien va a tratar de vender periódicos".
Por el momento, dejando polémicas aparte, el planeta Knightley se ve bastante bien. Acaba de terminar la película sobre el gran poeta inglés Dylan Thomas, "The edge of love" (escrita por su madre y coprotagonizada por Sienna Miller), y se está preparando para la película de época "The duchess", dirigida por Saul Dibb. Sigue saliendo con su coestrella de "Orgullo y prejuicio", Rupert Friend, pero no tiene planes de matrimonio o hijos por el momento.
Dice que está feliz y en calma, pero consciente de la necesidad de llegar una altura profesional que puede que nunca aparezca. Y está en paz con eso. En paz con sus autoanálisis negativos. "El día en que me siente acá y diga que soy jodidamente brillante, ese día tengo que abandonarlo todo".
Una apuesta segura para el Oscar que ya ostenta siete nominaciones a los Globos de Oro. Incluido, cómo no, el rol de mejor actriz. Todos los medios influyentes han destacado la gran interpretación de la actriz de 22 años en "Expiación, deseo y pecado", aunque no todo ha sido tan agradable: ella se ha pasado el último año batallando contra la obsesión mundial por su delgado cuerpo. De hecho, Keira demandó exitosamente a un periódico británico que dijo que era anoréxica. Y un decreto ha nacido de parte de sus representantes: nadie, absolutamente nadie, debe mencionar el cuerpo de Knightley.
Nadie, a excepción de la propia Knightley.
"O sea, soy una actriz y el cuerpo es una herramienta, después de todo", dice, mientras se esparce en un sofá. "Es todo lo que tengo. Tengo las ideas que están en mi cabeza, mi cara y mi voz y después mi cuerpo, y eso es todo. Y comercio con ello, por supuesto que lo hago".
Knightley entra a la habitación como una ligera gacela, da un apretón de manos como si fuera un soldador y su delicada mini negra revela dos firmes piernas que serían el orgullo de un atleta. Se ríe fácilmente, es ingeniosa, fabulosamente mal hablada y lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que en "Expiación, deseo y pecado", dirigida por Joe Wright, su cuerpo es toda la cuestión.
La película es una precisa adaptación del best seller de Ian McEwan ambientada en la Segunda Guerra Mundial. Los responsables de "Expiación, deseo y pecado" son el mismo equipo que antes realizó la cinta de 2005, "Orgullo y prejuicio" (de Joe Wright), también una adaptación literaria (de Jane Austen) y también con Keira en el papel principal. Ahora Keira hace de Cecilia Tallis, una joven de la alta sociedad enamorada del hijo de la criada, Robbie Turner (James McAvoy). Todo se complica cuando la hermana menor de Cecilia acusa a Robbie de un crimen del que es inocente.
Una chica insegura. Hay una escena crucial al inicio de la cinta, en donde el personaje de Knightley emerge de un estanque en un vestido transparente y empapado y se para temerosamente frente a Robbie. La escena no ruboriza a Knightley. "Hay muchas actrices, y ciertamente muchas actrices norteamericanas, que no hubieran hecho ese papel por esa razón", dice ella.
También dice que, aún cuando ha hecho un giro hacia papeles más maduros desde que fue nominada al Oscar por "Orgullo y prejuicio", y el éxito de "Piratas del Caribe", sigue teniendo inseguridades profesionales. "Pareciera que tengo algo en mí que me lleva a leer absolutamente todas las malas críticas que me han dado", explica. "Si estoy sentada en la peluquería, pesco la única revista que dice cosas horribles de mí. Lo que por una parte es increíblemente difícil, pero por otra hace que me diga, constantemente, '¡hazlo mejor, hazlo mejor, hazlo mejor!".
Ésta es Knightley: un curioso cóctel de autosabotaje y negatividad, mezclado con confianza en sí misma. Cuenta casi orgullosamente que el director John Maybury, quien la dirigió en el thriller sicológico "The jacket" (2006), le había dado la bienvenida diciéndole: "Está todo el mundo hablando de ti. No estoy seguro de creer todo lo que dicen, y yo no creo que puedas actuar". Hoy dice que esas palabras todavía la persiguen porque sus actuaciones desde entonces no han sido "exactamente perfectas". Y, sin embargo, descansa en que incluso su experimentado coprotagonista de "Orgullo y prejuicio", Donald Sutherland, también era inseguro. "Si un actor de ese tamaño dice que no está a gusto con sus habilidades, qué derecho tiene alguien de 22 años de sentarse acá y decir, me siento muy bien conmigo misma. A la mierda con eso".
Actuar está en su sangre. Su madre, la dramaturga escocesa Sharman Macdonald, estaba, en 1984, extremadamente apretada con el dinero y decidió que no podía concebir a su segunda hija, hasta que lograra vender una obra de teatro.
- ¿Y entonces cuál es la obra a la que debemos agradecer por tu existencia?
"No hay necesidad de decirlo en ese tono tan sarcástico. Se llamaba 'Cuando era niña solía chillar y gritar"'.
Knightley creció en Richmond, al oeste de Londres, rodeada por la vida creativa de su madre y su padre, el actor de teatro Will Knightley. Tuvo un agente desde los 3 años y consiguió apariciones en series de televisión desde los ocho. Dice que, sí, no tuvo una vida "normal". "Pero, si quieres hacer carrera en la actuación, tienes que tomar las oportunidades cuando las ofrecen, que es lo que yo hice. Me hubiera arrepentido mucho más si no hubiera dicho que sí a varias cosas".
Sin pudores. El papel que la lanzó a la fama fue el de una futbolista en "Bend it like Beckham" (2002), aunque se hizo popular en 1999 por ser una de las cortesanas de la princesa Amidala (Natalie Portman) en "La amenaza fantasma". Pero sin duda su gran salto fue con "Piratas del Caribe". El resto es un cataclismo de histeria mediática que incluye portadas de "Vanity Fair", listas de las mejores vestidas, premios de actrices más deseadas, novios estilosos, fotos de paparazzis y la infame aparición en un estreno de "Piratas del Caribe" con un vestido Gucci color bronce que, aunque no la hacía ver exactamente anoréxica, sí la hacía ver lo suficientemente agotada como para que la prensa mundial la rodeara con un vicioso círculo de compasión y preocupación.
Lo que nos devuelve inevitablemente a su cuerpo. Hay asuntos de su imagen que son pertinentes de abordar. "Oh, no puedo esperar a ver cómo vas a conectar esas cosas", dice con una risa imperiosa.
En "Expiación" está esa escena del estanque. Y la película se sostiene en esa escena. Entonces, ¿cómo hace ella para concentrarse en otra cosa que no sea su cuerpo? "La respuesta es ¡no debo sacarme la ropa! Pero si no lo hago hay toda un área de mi trabajo que no podría explorar. Si no hiciera esa escena, mi vida sería mucho más fácil. Pero no puedo no hacer mi trabajo porque alguien va a tratar de vender periódicos".
Por el momento, dejando polémicas aparte, el planeta Knightley se ve bastante bien. Acaba de terminar la película sobre el gran poeta inglés Dylan Thomas, "The edge of love" (escrita por su madre y coprotagonizada por Sienna Miller), y se está preparando para la película de época "The duchess", dirigida por Saul Dibb. Sigue saliendo con su coestrella de "Orgullo y prejuicio", Rupert Friend, pero no tiene planes de matrimonio o hijos por el momento.
Dice que está feliz y en calma, pero consciente de la necesidad de llegar una altura profesional que puede que nunca aparezca. Y está en paz con eso. En paz con sus autoanálisis negativos. "El día en que me siente acá y diga que soy jodidamente brillante, ese día tengo que abandonarlo todo".