Tiene todo para ser un éxito, el mismo que Max y Leo sueñan que no tenga Primavera para Hitler, la comedia musical con la que esperan fracasar en Broadway para volverse millonarios.
Los productores ha mantenido en su esencia toda la sagacidad, el sarcasmo, la parodia y el buen humor que Mel Brooks le impuso a la película original hace ya 38 años, que marcó el debut en el cine como guionista y realizador del creador de El super agente 86.
Brooks, quien desde su Drácula: muerto pero feliz (1995) se había llamado al ostracismo en el cine, vuelve con todo, aunque delegó en la coreógrafa Susan Stroman (Contact) la dirección del filme. No importa ni se siente. Quien está detrás del espectáculo es claramente él. Los productores es una sátira a Broadway, al nazismo, al mundo de los actores, a los inescrupulosos de siempre... y al público. Brooks le toma el pelo a medio mundo
La unión hace la fuerza y dos personajes tan distintos como el productor Max Bialystock y el contador Leo Bloom (Nathan Lane y Matthew Broderick, repitiendo exitosamente los papeles que hacen en Broadway) tienen la gran idea: producir el peor musical de la historia, lograr que baje de cartel apenas se estrene y quedarse con toda la plata invertida —dinero que ponen mujeres mayores de 80 años a las que, con resignación, Max enamora y engaña—. Qué esperar de un productor cuya última obra en Broadway era Funny Boy (muchacho divertido), una adaptación de Hamlet.
A partir de allí, se ponen a la búsqueda de una obra (encuentran Primavera para Hitler, capaz de ponerle los pelos de punta a cualquiera con su elogio —paródico, en definitiva— del dictador), un director (un gay con todo su séquito) y un elenco en el que quien no desafina, baila espantosamente.
Disparatada, no tiene grandes canciones, tampoco números de baile para el asombro —sí para la risa cuando finalmente logren poner en escena Primavera para Hitler—:Los productores
Terriblemente cómica, la película cierra un extraño círculo. Comenzó, en 1968, en el cine y en 2001 Brooks la transformó en comedia musical en Broadway. Convertida en la obra más premiada en la historia de los Tony (recibió una docena de distinciones), pasó de nuevo al cine, pero como adaptación del musical, no de la película original.
Y como tal, Los productores tiene sus propios tiempos. Tiempos teatrales al comienzo y en los primeros números, ya que el guión de Brooks y Thomas Meehan (Annie) es bien literal. La historia va ganando en acción y comicidad a partir de que Max y Leo van firmando los contratos. La escena en la terraza con Franz, el nazi que impone con toda su gracia Will Ferrell, vale sola el precio de la entrada.
Ni Ferrell ni Uma Thurman, como la secretaria Ulla, estaban en el cast original de Broadway, y si el actor de Elf y Melinda y Melinda se luce, la actriz de Kill Bill va perdiendo presencia.
El gran protagonista es Nathan Lane, quien con Broderick —ya habían trabajado y cantado juntos, poniendo las voces a Timon y Simba en El Rey León, la película— se saben todo de memoria y si hasta parece que lo hacen de taquito, lo hacen con la frescura de la primera vez. Ya se dijo: la película va de menor a mayor, hasta alcanzar el final.
Y ojo, que esta vez la risa llega hasta el final de los créditos, con la recomendación de comprar Mi lucha en edición de bolsillo, y... Habrá que quedarse hasta el final, final logra triunfar porque en el género es más y mejor comedia que musical.
Los productores ha mantenido en su esencia toda la sagacidad, el sarcasmo, la parodia y el buen humor que Mel Brooks le impuso a la película original hace ya 38 años, que marcó el debut en el cine como guionista y realizador del creador de El super agente 86.
Brooks, quien desde su Drácula: muerto pero feliz (1995) se había llamado al ostracismo en el cine, vuelve con todo, aunque delegó en la coreógrafa Susan Stroman (Contact) la dirección del filme. No importa ni se siente. Quien está detrás del espectáculo es claramente él. Los productores es una sátira a Broadway, al nazismo, al mundo de los actores, a los inescrupulosos de siempre... y al público. Brooks le toma el pelo a medio mundo
La unión hace la fuerza y dos personajes tan distintos como el productor Max Bialystock y el contador Leo Bloom (Nathan Lane y Matthew Broderick, repitiendo exitosamente los papeles que hacen en Broadway) tienen la gran idea: producir el peor musical de la historia, lograr que baje de cartel apenas se estrene y quedarse con toda la plata invertida —dinero que ponen mujeres mayores de 80 años a las que, con resignación, Max enamora y engaña—. Qué esperar de un productor cuya última obra en Broadway era Funny Boy (muchacho divertido), una adaptación de Hamlet.
A partir de allí, se ponen a la búsqueda de una obra (encuentran Primavera para Hitler, capaz de ponerle los pelos de punta a cualquiera con su elogio —paródico, en definitiva— del dictador), un director (un gay con todo su séquito) y un elenco en el que quien no desafina, baila espantosamente.
Disparatada, no tiene grandes canciones, tampoco números de baile para el asombro —sí para la risa cuando finalmente logren poner en escena Primavera para Hitler—:Los productores
Terriblemente cómica, la película cierra un extraño círculo. Comenzó, en 1968, en el cine y en 2001 Brooks la transformó en comedia musical en Broadway. Convertida en la obra más premiada en la historia de los Tony (recibió una docena de distinciones), pasó de nuevo al cine, pero como adaptación del musical, no de la película original.
Y como tal, Los productores tiene sus propios tiempos. Tiempos teatrales al comienzo y en los primeros números, ya que el guión de Brooks y Thomas Meehan (Annie) es bien literal. La historia va ganando en acción y comicidad a partir de que Max y Leo van firmando los contratos. La escena en la terraza con Franz, el nazi que impone con toda su gracia Will Ferrell, vale sola el precio de la entrada.
Ni Ferrell ni Uma Thurman, como la secretaria Ulla, estaban en el cast original de Broadway, y si el actor de Elf y Melinda y Melinda se luce, la actriz de Kill Bill va perdiendo presencia.
El gran protagonista es Nathan Lane, quien con Broderick —ya habían trabajado y cantado juntos, poniendo las voces a Timon y Simba en El Rey León, la película— se saben todo de memoria y si hasta parece que lo hacen de taquito, lo hacen con la frescura de la primera vez. Ya se dijo: la película va de menor a mayor, hasta alcanzar el final.
Y ojo, que esta vez la risa llega hasta el final de los créditos, con la recomendación de comprar Mi lucha en edición de bolsillo, y... Habrá que quedarse hasta el final, final logra triunfar porque en el género es más y mejor comedia que musical.