Ganadores y vencidos. Eso es lo que siempre queda después de la batalla. Y cada una de las partes recordará la historia a su manera. Hollywood siempre suele preferir la versión de los triunfadores. Hasta que Clint Eastwood (San Francisco, 1930) se puso a escarbar en los recuerdos de la batalla de Iwo Jima, una de las más sangrientas de la Segunda Guerra Mundial, que enfrentó a japoneses y estadounidenses, y decidió que para contar la historia de sus protagonistas no bastaba con una sola película. Por eso se embarcó en el rodaje de dos cintas, Flags of our fathers (foto) y Lamps before the wind, que se estrenarán en otoño de 2006.
Con un presupuesto de 80 millones de dólares (más de 66 millones de euros) cada una y con Steven Spielberg como productor, la primera de las películas, Flags of our fathers, se centra en las vidas de los soldados estadounidenses que clavaron la bandera de su país en el monte Suribachi durante el enfrentamiento -inmortalizados en una famosa fotografía-. La segunda, Lamps before the wind, abordará, desde la perspectiva japonesa, una batalla -y sus consecuencias- cuyo nombre está manchado por demasiados muertos.
En Iwo Jima, entre febrero y marzo del año 1945, murieron 22.000 japoneses y 6.800 marines. En el bando nipón apenas hubo supervivientes, puesto que se luchaba con una sola consigna: ganar o morir. Para los marines, supuso la mayor carnicería de su historia. Para Clint Eastwood aquello no sólo fue un sangriento enfrentamiento bélico, sino un duelo entre culturas, y por eso decidió embarcarse en este proyecto doble sin precedentes.
Flags of our fathers, cuyo rodaje concluyó la semana pasada en Chicago, está basada en el libro homónimo (traducido al español como Iwo Jima, seis hombres y una bandera: la batalla de Iwo Jima, Ariel), el best seller escrito por James Bradley y Ron Powers. Bradley era el hijo de John H. Bradley, uno de los seis estadounidenses que clavaron la bandera estadounidense sobre el monte Suribachi poco antes de ganar la batalla que arrancó en la isla Iwo Jima, en Japón, el 19 de febrero de 1945.
Un fotógrafo, Joe Rosenthal, inmortalizó el momento. Un presidente de Estados Unidos, Roosevelt, vio en la foto la mejor publicidad posible para vender más bonos de guerra y ordenó que los soldados de la imagen fueran trasladados a Washington. Tres de los seis que habían sobrevivido a la batalla fueron transformados en héroes por la maquinaria propagandística del Gobierno estadounidense, que colocaría la famosa fotografía en los escaparates de un millón de tiendas, de 16.000 cines, de 15.000 bancos, en 200.000 fábricas, en 30.000 estaciones...
Truman, sucesor de Roosevelt, recaudaba gracias a la interesada campaña 27.000 millones de dólares (la mitad del presupuesto de Estados Unidos de 1946), cambiando para siempre, y de forma trágica, la vida de los tres hombres. Su historia atrapó a Eastwood, que como siempre ha hecho con los libros que le gustan -la mayoría de las 25 películas que ha dirigido anteriormente estaban basadas en libros-, intentó adquirir los derechos para adaptarla al cine.
Pero Spielberg ya había caído bajo el embrujo de Flags of our fathers y poseía los derechos desde la publicación de la obra en 2000. Al enterarse, Eastwood abandonó la idea. Pero en 2004 los dos cineastas se encontraron entre bastidores durante la ceremonia de entrega de los Oscar de Hollywood. Eastwood, candidato ese año al premio de mejor director por Mystic river, convenció a Spielberg, entre champán y canapés, para que coprodujese la película con él y le dejara dirigirla.
Pero a medida que este cineasta y actor de 75 años profundizaba en los particulares de la batalla de Iwo Jima, y en lo que les ocurrió a sus protagonistas estadounidenses, su fascinación y su curiosidad por lo que vivió el bando nipón aumentó. Y en su afán por contar la historia equilibradamente, se dio cuenta de que no le bastaba una sola cinta. "Lo que necesitaba era filmar una segunda película", declaró en una entrevista reciente en la revista Time.
Siguiendo esa pulsión, le pidió ayuda al guionista Paul Haggis, quien adaptó Flags of our fathers y su anterior y oscarizado filme, Million dollar baby -por el que el cineasta consiguió cuatro oscars principales: mejor película, director, actriz principal (Hilary Swank) y actor de reparto (Morgan Freeman)-, pero Haggis le sugirió que contratara a una de sus ayudantes, la americano-japonesa Iris Yamashita. Ella firma el guión de Lamps before the wind, del que Eastwood se declara muy satisfecho.
El cineasta visitó la pasada primavera al alcalde de Tokio, Shintaro Ishihara, para solicitar apoyo para esta película que tendrá como escenario la isla de Iwo Jima, cuya jurisdicción pertenece a la capital. Ishihara le pidió que respete "la paz de los caídos en el combate".
Una de las figuras centrales de ese filme, que comenzará a rodarse en febrero, es el general Tadamichi Kuribayashi, el misterioso militar que dirigió a los japoneses en Iwo Jima y cuyas estrategias permitieron que la batalla se alargara durante más de un mes aunque tuviera menos de un cuarto de soldados que los estadounidenses. Rendirse era un deshonor para un Ejército que seguía con fervor religioso el estricto código Bushido. La alternativa era el suicidio. "Eso no era así para los norteamericanos. Ellos sabían que se metían en un camino peligroso, pero nunca le puedes decir a un americano que su destino es morir. Trabajará duro y luchará por mantenerse vivo", ha afirmado Eastwood. Para el bando estadounidense, que nunca pudo mirar de frente a su enemigo porque los japoneses lucharon desde el interior de los túneles que atravesaban la isla, Iwo Jima se convirtió en la batalla con más bajas de la historia de los marines, pero también en uno de los símbolos imperecederos de la lucha por la libertad