Primero se quebró un trauma que afectó durante los últimos cuatro años a la más poderosa industria cinematográfica norteamericana, ahora resuelta a cambiar de postura, dejar el silencio y animarse a exorcizar los fantasmas nacidos el 11 de septiembre de 2001, junto a los restos humeantes de las Torres Gemelas neoyorquinas derrumbadas por el terrorismo más cruento, con tres proyectos simultáneos de films que hablarán de aquella jornada trágica desde distintas perspectivas.
Ahora, en aparente consonancia con esa línea, un nuevo tabú nacido en dicha jornada de dolor y muerte empieza a enfrentarse también con la ayuda de una suerte de terapia cinematográfica. Lo que Hollywood ahora se anima a desafiar es el miedo que el cine asoció muchísimas veces a lo largo de su centenaria historia al hecho de subirse a un avión.
El interés por las historias de tensión en el aire vuelve a cobrar vuelo, al punto que dos películas norteamericanas de reciente factura, unidas por ese denominador común, se han convertido en sendos éxitos en su país de origen y devolvieron por un rato las sonrisas entre los ejecutivos hollywoodenses, preocupados por no encontrar argumentos sólidos para revertir la recurrente baja en las recaudaciones de los últimos meses.
El optimismo regresó a los estudios Disney gracias a "Plan de vuelo" ("FlightPlan"), cuyo estreno en nuestro país será en cuestión de semanas luego de afirmarse con buen pie en la taquilla norteamericana, gracias a los 31 millones de dólares de entradas vendidas que la colocan al frente de las recaudaciones en la última semana.
Aquí, Jodie Foster vuelve a protagonizar una historia encuadrada en un ambiente cerrado y claustrofóbico, como ocurrió cuatro años atrás en "La habitación del pánico". Pero en este caso nuestra heroína debe vérselas con la desaparición de su hija de seis años en pleno vuelo de Berlín a Nueva York, mientras un espacio de la bodega del avión es ocupado por el ataúd con los restos de su esposo.
En la nave, una imponente muestra del potencial tecnológico de la aeronavegación cuyo diseño fue desarrollado en parte por el personaje de Foster -una ingeniera muy capacitada-, la tensión provocada por la búsqueda de la niña perdida sin dejar rastros se suma a algunos asuntos de actualidad que la trama no soslaya -las potenciales amenazas reales o imaginarias del terrorismo fundamentalista, la presencia en los vuelos de agentes encubiertos para tareas de prevención conocidos como air marshals- y otros que arrojaron en los últimos días consecuencias inesperadas, como el pedido de boicot al film pronunciado por asociaciones que agrupan a los asistentes de vuelo y las azafatas.
A mediados de la semana anterior, Tommie Hutto-Blake, titular de la Asociación de Azafatas Profesionales de los Estados Unidos, cuestionó con dureza el modo como el film retrata el comportamiento de las azafatas, las primeras en conjeturar que el personaje de Foster sufre alucinaciones o perdió la razón, y actuar con indiferencia o desdén hacia los pasajeros.
"Si llegáramos a vivir otra tragedia como la del 11 de septiembre es fundamental para los asistentes de vuelo contar con el apoyo de los pasajeros en vez de la desconfianza que esta película parece engendrar. Nuestros compañeros muertos aquel día en cumplimiento del deber merecen más respeto", señaló Hutto-Blake al diario londinense The Sunday Times. Al llamamiento de boicot se sumó Patricia Friend, titular internacional de la Asociación de Azafatas, quien dijo representar a alrededor de 80.000 profesionales de todo el mundo, acción que obligó a una respuesta por parte de Disney. "Estamos convencidos de que el público sabrá discernir entre la ficción y el increíble trabajo que desempeñan cada día los verdaderos asistentes de vuelo", fue el pronunciamiento oficial del estudio.
A la polémica no fueron ajenos los medios de prensa norteamericanos, que oscilaron entre calificar de ridícula la trama del film y reconocer que lo más convincente resultó, precisamente, el modo como se pinta el comportamiento de las asistentes de vuelo. Al hablar del "trato despectivo, el comportamiento grosero y una sucesión de gestos infatuados de ansiedad" de aquellos, The Washington Post dijo que cualquiera que haya viajado recientemente en un vuelo internacional norteamericano se habrá topado con el tipo de comportamientos entre la tripulación que exhibe la película.
Menos atento a la descripción de actitudes y más dispuesto a explorar las tendencias profundas que asoman detrás del film, el semanario alemán Der Spiegel afirma a propósito de "Plan de vuelo" que su estreno parece sumarse a una especie de cadena de hechos imaginada por Hollywood para romper el bloqueo a volar desde una activación de las tensiones, desde los mecanismos que activan la reacción de quien se siente hasta allí víctima de una amenaza o un temor cuyo resultado es el impedimento a volar.
En lista de espera
"Por encima de las nubes -se dice en la publicación germana- ya no se encuentra la libertad sin límites, sino la necesidad del hombre de confrontar con lo impredecible del destino." Esta circunstancia, descripta en las últimas décadas de distintas formas por parte del cine norteamericano de gran entretenimiento, se había abandonado luego del traumático 11 de septiembre de 2001 y ahora parece recuperarse gracias a una secuencia que, además, de "Plan de vuelo", incluye a otros dos estrenos recientes, el muy entretenido thriller "Vuelo nocturno", de Wes Craven, y la menos lograda "Stealth, la amenaza invisible", de Rob Cohen.
En la primera, la pesadilla en pleno vuelo comienza cuando un hombre amenaza a una joven con asesinar al padre de ésta si no colabora con un plan para ultimar a un importante hombre público de Estados Unidos. En la segunda, un avión no tripulado que funciona a partir del andamiaje tecnológico más complejo que pueda imaginarse "se rebela" y pasa a convertirse en una amenaza porque lleva en su carga una bomba que podría detonarse en cualquier momento.
A partir, sobre todo, de las coincidencias temáticas entre "Vuelo nocturno" y "Plan de vuelo" -relatos de suspenso en el aire con el fantasma de los hechos de septiembre de 2001 siempre latente- más de un observador halló las raíces de una tendencia que de continuar se convertiría en un nuevo avatar de la larga relación entre el cine y la tensión en pleno vuelo que en los años 70 se manifestó a través de la exitosa serie de films iniciada con "Aeropuerto" y en la década pasada tuvo como protagonistas a los mismísimos aviones, gracias a aventuras más ruidosas que elaboradas como "Con Air, riesgo en el aire" y "Pasajero 57".
Hoy parece haber llegado a su fin el bloqueo inaugurado tras los ataques terroristas de 2001 con situaciones como la postergación por largos meses del estreno de "Hasta el cuello", una comedia policial de Barry Sonnenfeld cuya trama -con terroristas, bombas en una valija y aviones de por medio- podía afectar la sensibilidad de los espectadores norteamericanos. Esa actitud tuvo una manifestación simbólica contundente con "La terminal", el film de Steven Spielberg que transcurre íntegramente en un aeropuerto.
Y por rara casualidad, otro film también hace referencia a situaciones de catástrofe -potenciales o reales- acontecidas en pleno vuelo, aunque en contextos bien diferentes: la película norteamericana "Días de furia", inspirada en la vida real de un hombre que soñó con asesinar a Richard Nixon mientras éste ocupaba la presidencia de Estados Unidos.
Ahora, en aparente consonancia con esa línea, un nuevo tabú nacido en dicha jornada de dolor y muerte empieza a enfrentarse también con la ayuda de una suerte de terapia cinematográfica. Lo que Hollywood ahora se anima a desafiar es el miedo que el cine asoció muchísimas veces a lo largo de su centenaria historia al hecho de subirse a un avión.
El interés por las historias de tensión en el aire vuelve a cobrar vuelo, al punto que dos películas norteamericanas de reciente factura, unidas por ese denominador común, se han convertido en sendos éxitos en su país de origen y devolvieron por un rato las sonrisas entre los ejecutivos hollywoodenses, preocupados por no encontrar argumentos sólidos para revertir la recurrente baja en las recaudaciones de los últimos meses.
El optimismo regresó a los estudios Disney gracias a "Plan de vuelo" ("FlightPlan"), cuyo estreno en nuestro país será en cuestión de semanas luego de afirmarse con buen pie en la taquilla norteamericana, gracias a los 31 millones de dólares de entradas vendidas que la colocan al frente de las recaudaciones en la última semana.
Aquí, Jodie Foster vuelve a protagonizar una historia encuadrada en un ambiente cerrado y claustrofóbico, como ocurrió cuatro años atrás en "La habitación del pánico". Pero en este caso nuestra heroína debe vérselas con la desaparición de su hija de seis años en pleno vuelo de Berlín a Nueva York, mientras un espacio de la bodega del avión es ocupado por el ataúd con los restos de su esposo.
En la nave, una imponente muestra del potencial tecnológico de la aeronavegación cuyo diseño fue desarrollado en parte por el personaje de Foster -una ingeniera muy capacitada-, la tensión provocada por la búsqueda de la niña perdida sin dejar rastros se suma a algunos asuntos de actualidad que la trama no soslaya -las potenciales amenazas reales o imaginarias del terrorismo fundamentalista, la presencia en los vuelos de agentes encubiertos para tareas de prevención conocidos como air marshals- y otros que arrojaron en los últimos días consecuencias inesperadas, como el pedido de boicot al film pronunciado por asociaciones que agrupan a los asistentes de vuelo y las azafatas.
A mediados de la semana anterior, Tommie Hutto-Blake, titular de la Asociación de Azafatas Profesionales de los Estados Unidos, cuestionó con dureza el modo como el film retrata el comportamiento de las azafatas, las primeras en conjeturar que el personaje de Foster sufre alucinaciones o perdió la razón, y actuar con indiferencia o desdén hacia los pasajeros.
"Si llegáramos a vivir otra tragedia como la del 11 de septiembre es fundamental para los asistentes de vuelo contar con el apoyo de los pasajeros en vez de la desconfianza que esta película parece engendrar. Nuestros compañeros muertos aquel día en cumplimiento del deber merecen más respeto", señaló Hutto-Blake al diario londinense The Sunday Times. Al llamamiento de boicot se sumó Patricia Friend, titular internacional de la Asociación de Azafatas, quien dijo representar a alrededor de 80.000 profesionales de todo el mundo, acción que obligó a una respuesta por parte de Disney. "Estamos convencidos de que el público sabrá discernir entre la ficción y el increíble trabajo que desempeñan cada día los verdaderos asistentes de vuelo", fue el pronunciamiento oficial del estudio.
A la polémica no fueron ajenos los medios de prensa norteamericanos, que oscilaron entre calificar de ridícula la trama del film y reconocer que lo más convincente resultó, precisamente, el modo como se pinta el comportamiento de las asistentes de vuelo. Al hablar del "trato despectivo, el comportamiento grosero y una sucesión de gestos infatuados de ansiedad" de aquellos, The Washington Post dijo que cualquiera que haya viajado recientemente en un vuelo internacional norteamericano se habrá topado con el tipo de comportamientos entre la tripulación que exhibe la película.
Menos atento a la descripción de actitudes y más dispuesto a explorar las tendencias profundas que asoman detrás del film, el semanario alemán Der Spiegel afirma a propósito de "Plan de vuelo" que su estreno parece sumarse a una especie de cadena de hechos imaginada por Hollywood para romper el bloqueo a volar desde una activación de las tensiones, desde los mecanismos que activan la reacción de quien se siente hasta allí víctima de una amenaza o un temor cuyo resultado es el impedimento a volar.
En lista de espera
"Por encima de las nubes -se dice en la publicación germana- ya no se encuentra la libertad sin límites, sino la necesidad del hombre de confrontar con lo impredecible del destino." Esta circunstancia, descripta en las últimas décadas de distintas formas por parte del cine norteamericano de gran entretenimiento, se había abandonado luego del traumático 11 de septiembre de 2001 y ahora parece recuperarse gracias a una secuencia que, además, de "Plan de vuelo", incluye a otros dos estrenos recientes, el muy entretenido thriller "Vuelo nocturno", de Wes Craven, y la menos lograda "Stealth, la amenaza invisible", de Rob Cohen.
En la primera, la pesadilla en pleno vuelo comienza cuando un hombre amenaza a una joven con asesinar al padre de ésta si no colabora con un plan para ultimar a un importante hombre público de Estados Unidos. En la segunda, un avión no tripulado que funciona a partir del andamiaje tecnológico más complejo que pueda imaginarse "se rebela" y pasa a convertirse en una amenaza porque lleva en su carga una bomba que podría detonarse en cualquier momento.
A partir, sobre todo, de las coincidencias temáticas entre "Vuelo nocturno" y "Plan de vuelo" -relatos de suspenso en el aire con el fantasma de los hechos de septiembre de 2001 siempre latente- más de un observador halló las raíces de una tendencia que de continuar se convertiría en un nuevo avatar de la larga relación entre el cine y la tensión en pleno vuelo que en los años 70 se manifestó a través de la exitosa serie de films iniciada con "Aeropuerto" y en la década pasada tuvo como protagonistas a los mismísimos aviones, gracias a aventuras más ruidosas que elaboradas como "Con Air, riesgo en el aire" y "Pasajero 57".
Hoy parece haber llegado a su fin el bloqueo inaugurado tras los ataques terroristas de 2001 con situaciones como la postergación por largos meses del estreno de "Hasta el cuello", una comedia policial de Barry Sonnenfeld cuya trama -con terroristas, bombas en una valija y aviones de por medio- podía afectar la sensibilidad de los espectadores norteamericanos. Esa actitud tuvo una manifestación simbólica contundente con "La terminal", el film de Steven Spielberg que transcurre íntegramente en un aeropuerto.
Y por rara casualidad, otro film también hace referencia a situaciones de catástrofe -potenciales o reales- acontecidas en pleno vuelo, aunque en contextos bien diferentes: la película norteamericana "Días de furia", inspirada en la vida real de un hombre que soñó con asesinar a Richard Nixon mientras éste ocupaba la presidencia de Estados Unidos.