A fines del año pasado, el escritor y director Paul Weitz se propuso crear una sátira política sobre el presidente George W. Bush y la guerra de Irak. Parecía una propuesta riesgosa, tanto para el realizador -conocido por su comedia sexual adolescente "American Pie" y la nostálgica "Un buen chico" como para la compañía que accedió a acompañarlo. Cómo podrá funcionar el film cuando llegue a las salas, a mediados del año próximo, dependerá tanto del giro de los acontecimientos mundiales y de la fortuna de la presidencia estadounidense como de la calidad del trabajo del señor Weitz.
El film presenta a Dennis Quaid como el poco agudo jefe de Estado -aunque de buen corazón-, llamado Staton. Marcia Gay Harden interpreta a su esposa -muy a lo señora Laura Bush- que lo llama "Poopie". Willem Dafoe, un asesor presidencial veterano, da al presidente "píldoras felices" y lo equipa con un audífono. Hugh Grant interpreta al conductor, gratuitamente malvado, de un popular concurso de canto de televisión llamado "American Dreamz". Y un actor novato, Sam Golzari, encarna a Omer, un terrorista suicida aficionado a los concursos de canciones.
Cuando en julio el film empezó a hacerse realidad, con cientos de extras, nerviosas estrellas de la pantalla y jornadas de 12 horas sobre un apretado presupuesto de 12 millones de dólares, Weitz, algo tímido, dijo con su voz queda: "Si la gente no tiene nada que decir sobre esta película, verdaderamente será una desilusión".
"Siempre he odiado esto de alguna manera -apunta Hugh Grant, refiriéndose a su trabajo-. En los últimos films que hice, sufrí un terrible miedo a la escena. En los ensayos, todo está bien. Pero de repente me pongo tenso y siento pánico, y no puedo recordar mi parte." "Bridget Jones 2" fue la gota que colmó el vaso, dice: "Eso selló mi destino". Tomó la decisión de abandonar completamente la actuación e intentar volver a escribir, algo que había dejado de hacer años atrás. Pero la escritura tampoco funcionó. Durante 18 meses estuvo sentado en su casa de Inglaterra, mirando fijamente la pantalla vacía de su computadora. Cuando su amigo Paul Weitz le envió el guión de "American Dreamz", Grant decidió que aceptar un papel era mejor que sentirse totalmente inútil. "Hugh no quería hacer el film -apunta Weitz-. Me dijo: «Lo leeré, pero no te ofendas. No estoy actuando». Después se puso como loco, porque el guión le gustó". Grant le advirtió que podía ser difícil, extremadamente neurótico. "Dijo que si yo podía aguantar eso, lo haría", explica Weitz.
Grant empezó a filmar sus escenas, y su angustia se filtró enriquecedoramente en su papel del autodestructivo Martin Tweed, quien cambió su carrera de intrépido periodista por la brillante celebridad de un insulso show de TV estadounidense.
"Decir las frases de otros todo el tiempo es, siempre ha sido, humillante", dice Grant, y se preguntó qué es lo que está haciendo allí. "Siento un poco más de respeto por mí mismo que hace unas semanas. Al menos estoy haciendo algo, aunque sea una tortura, aunque me asuste. Y ahora que ya estoy adentro, lo que más miedo me da es tener miedo. Lo siento llegar, y apenas consigo sofocarlo." Sin embargo, no parece lograrlo en ese momento. Deja de caminar como un loco y se sienta en ascuas en el borde de un sillón. "¿Le importa si terminamos acá?", ruega.
Afuera, a pocos metros, cientos de extras colman una habitación destinada a ser el set de "American Dreamz". Luces brillantes y una atronadora banda sonora, junto con ágiles cámaras televisivas, seguidas por cámaras cinematográficas.
El sueño americano
"El centro temático del film es el engreimiento y la obsesión con el yo, mostrar que esas emociones constituyen el núcleo de nuestra cultura -dice Weitz-. Estoy explorando el aspecto de la identidad estadounidense en la que los sueños y las aspiraciones son siempre algo positivo, lo cual implica que si todo el mundo tiene un sueño, eso imposibilita tener una visión sutil y compleja de nuestras propias vidas." Agrega que la política está relacionada con eso. "La yuxtaposición de la guerra de Irak, mientras al mismo tiempo seguíamos normalmente con nuestra vida cotidiana, fue lo que me dio impulso. Parece una situación absurda, que se presta a la comedia."
Una semana más tarde, Dennis Quaid se une al elenco. Delgado y enérgico, el actor dice haberse preparado para el papel de Staton observando al presidente Bush por televisión. También les robó algunas cosas a Ronald Reagan y a Bill Clinton, de quien se considera amigo. "No quiero hacer una imitación, quiero hacer su espíritu -dice refiriéndose a Bush-. No estoy haciendo nada anti-Bush; soy independiente: ni demócrata ni republicano. No pretendo hacer con esto ninguna declaración de postura política".
Sin embargo, una vez en el set, Quaid parece una versión del actual presidente. Exhibe una sonrisa de suficiencia y una perplejidad exagerada mientras le confiesa al premier chino que está aterrorizado por Corea del Norte.
En la escena de hoy, el presidente es invitado de honor a una grabación de "American Dreamz", y ha perdido su audífono, hecho que lo deja peligrosamente desconectado de sus asesores. Sus asistentes lo han equipado con ese recurso tras haberlo encontrado leyendo libros y periódicos y cuestionando sus propias decisiones. Ha descubierto, por ejemplo, que en Irak hay diferentes clases de árabes. Dafoe anda por el set en dirección al vestuario. Tiene el cráneo afeitado, salvo por un cerquillo rubio en la nuca. Al día siguiente, con el elenco en pleno, se filma la final del concurso de "American Dreamz". Un terrorista suicida es el punto clave del argumento. La escena pasa de la comedia a la tragedia y el horror en el curso de dos minutos.
Un rincón del set ha sido transformado en una tienda polvorienta en Afganistán. Las cámaras toman a un hombre barbudo con túnica, quien cuidadosamente coloca una caja metálica sobre una mesa y fija algunos cables. Abre la caja, que en realidad es un fonógrafo. Afuera, al sol, una docena de extras barbudos, vestidos como terroristas, pasean mientras esperan enterarse de si los han contratado por ese día.
Los productores han traído bocetos para elegir el posible póster del film. En uno de ellos se ve la Estatua de la Libertad vestida como una sexy concursante de canto. Weitz elige un simple dibujo de un torso de hombre, con traje, con un botón en la solapa que anuncia: "Yo voté por American Dreamz".
El film presenta a Dennis Quaid como el poco agudo jefe de Estado -aunque de buen corazón-, llamado Staton. Marcia Gay Harden interpreta a su esposa -muy a lo señora Laura Bush- que lo llama "Poopie". Willem Dafoe, un asesor presidencial veterano, da al presidente "píldoras felices" y lo equipa con un audífono. Hugh Grant interpreta al conductor, gratuitamente malvado, de un popular concurso de canto de televisión llamado "American Dreamz". Y un actor novato, Sam Golzari, encarna a Omer, un terrorista suicida aficionado a los concursos de canciones.
Cuando en julio el film empezó a hacerse realidad, con cientos de extras, nerviosas estrellas de la pantalla y jornadas de 12 horas sobre un apretado presupuesto de 12 millones de dólares, Weitz, algo tímido, dijo con su voz queda: "Si la gente no tiene nada que decir sobre esta película, verdaderamente será una desilusión".
"Siempre he odiado esto de alguna manera -apunta Hugh Grant, refiriéndose a su trabajo-. En los últimos films que hice, sufrí un terrible miedo a la escena. En los ensayos, todo está bien. Pero de repente me pongo tenso y siento pánico, y no puedo recordar mi parte." "Bridget Jones 2" fue la gota que colmó el vaso, dice: "Eso selló mi destino". Tomó la decisión de abandonar completamente la actuación e intentar volver a escribir, algo que había dejado de hacer años atrás. Pero la escritura tampoco funcionó. Durante 18 meses estuvo sentado en su casa de Inglaterra, mirando fijamente la pantalla vacía de su computadora. Cuando su amigo Paul Weitz le envió el guión de "American Dreamz", Grant decidió que aceptar un papel era mejor que sentirse totalmente inútil. "Hugh no quería hacer el film -apunta Weitz-. Me dijo: «Lo leeré, pero no te ofendas. No estoy actuando». Después se puso como loco, porque el guión le gustó". Grant le advirtió que podía ser difícil, extremadamente neurótico. "Dijo que si yo podía aguantar eso, lo haría", explica Weitz.
Grant empezó a filmar sus escenas, y su angustia se filtró enriquecedoramente en su papel del autodestructivo Martin Tweed, quien cambió su carrera de intrépido periodista por la brillante celebridad de un insulso show de TV estadounidense.
"Decir las frases de otros todo el tiempo es, siempre ha sido, humillante", dice Grant, y se preguntó qué es lo que está haciendo allí. "Siento un poco más de respeto por mí mismo que hace unas semanas. Al menos estoy haciendo algo, aunque sea una tortura, aunque me asuste. Y ahora que ya estoy adentro, lo que más miedo me da es tener miedo. Lo siento llegar, y apenas consigo sofocarlo." Sin embargo, no parece lograrlo en ese momento. Deja de caminar como un loco y se sienta en ascuas en el borde de un sillón. "¿Le importa si terminamos acá?", ruega.
Afuera, a pocos metros, cientos de extras colman una habitación destinada a ser el set de "American Dreamz". Luces brillantes y una atronadora banda sonora, junto con ágiles cámaras televisivas, seguidas por cámaras cinematográficas.
El sueño americano
"El centro temático del film es el engreimiento y la obsesión con el yo, mostrar que esas emociones constituyen el núcleo de nuestra cultura -dice Weitz-. Estoy explorando el aspecto de la identidad estadounidense en la que los sueños y las aspiraciones son siempre algo positivo, lo cual implica que si todo el mundo tiene un sueño, eso imposibilita tener una visión sutil y compleja de nuestras propias vidas." Agrega que la política está relacionada con eso. "La yuxtaposición de la guerra de Irak, mientras al mismo tiempo seguíamos normalmente con nuestra vida cotidiana, fue lo que me dio impulso. Parece una situación absurda, que se presta a la comedia."
Una semana más tarde, Dennis Quaid se une al elenco. Delgado y enérgico, el actor dice haberse preparado para el papel de Staton observando al presidente Bush por televisión. También les robó algunas cosas a Ronald Reagan y a Bill Clinton, de quien se considera amigo. "No quiero hacer una imitación, quiero hacer su espíritu -dice refiriéndose a Bush-. No estoy haciendo nada anti-Bush; soy independiente: ni demócrata ni republicano. No pretendo hacer con esto ninguna declaración de postura política".
Sin embargo, una vez en el set, Quaid parece una versión del actual presidente. Exhibe una sonrisa de suficiencia y una perplejidad exagerada mientras le confiesa al premier chino que está aterrorizado por Corea del Norte.
En la escena de hoy, el presidente es invitado de honor a una grabación de "American Dreamz", y ha perdido su audífono, hecho que lo deja peligrosamente desconectado de sus asesores. Sus asistentes lo han equipado con ese recurso tras haberlo encontrado leyendo libros y periódicos y cuestionando sus propias decisiones. Ha descubierto, por ejemplo, que en Irak hay diferentes clases de árabes. Dafoe anda por el set en dirección al vestuario. Tiene el cráneo afeitado, salvo por un cerquillo rubio en la nuca. Al día siguiente, con el elenco en pleno, se filma la final del concurso de "American Dreamz". Un terrorista suicida es el punto clave del argumento. La escena pasa de la comedia a la tragedia y el horror en el curso de dos minutos.
Un rincón del set ha sido transformado en una tienda polvorienta en Afganistán. Las cámaras toman a un hombre barbudo con túnica, quien cuidadosamente coloca una caja metálica sobre una mesa y fija algunos cables. Abre la caja, que en realidad es un fonógrafo. Afuera, al sol, una docena de extras barbudos, vestidos como terroristas, pasean mientras esperan enterarse de si los han contratado por ese día.
Los productores han traído bocetos para elegir el posible póster del film. En uno de ellos se ve la Estatua de la Libertad vestida como una sexy concursante de canto. Weitz elige un simple dibujo de un torso de hombre, con traje, con un botón en la solapa que anuncia: "Yo voté por American Dreamz".